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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Recordando a José María Urquizu Goyogana

Recientemente se han cumplido 25 años desde que nuestro padre fue cobardemente asesinado por unos miserables en nombre de ETA. Entraron a la farmacia familiar con el pretexto de hacer analizar una muestra de sangre. Cuando nuestro padre se inclinó sobre el microscopio para hacerlo, recibió un tiro en la nuca y la sangre que inundó la farmacia fue la suya propia. Nuestro abuelo (su padre), de 90 años, estaba en la habitación de al lado. Después de aquello, no vivió mucho más. Los asesinos, cumplida su misión (con la obligada complicidad, evidentemente, de unos chivatos no menos cobardes y miserables que ellos) huyeron. Su crimen sigue impune a fecha de hoy.

Nuestro padre era un hombre bueno, honrado, valiente, generoso, justo, coherente y profundamente respetuoso, como pueden atestiguar todos los que le conocieron. La farmacia Urquizu, con él, con nuestro tío, y antes con nuestro abuelo Pascual, prestó servicio en Durango durante varias generaciones. Todos los que le trataron le apreciaban y querían. Muchos siguen viviendo para dar fe de ello. Y, en privado, la dan; en público, por alguna misteriosa razón, cuesta un poco más (cosa rara, dada la libertad que aquí gozamos). Antes que nuestro padre cayeron otros; después, también. Por cierto, ni el lehendakari de 1980 ni nadie de su Gobierno se dignó a mandar siquiera un simple telegrama de condolencia.

Hoy, para recordarle, quisiéramos transcribir algunas palabras que nuestra madre, Mercedes Aranaga,

escribió pensando en él. Con ello rendimos también un homenaje a tantas viudas que, como ella, quedaron profundamente deshechas y a las que tantas veces y en tantos sitios se les negó una voz, un consuelo y un homenaje que no hubiera sido tan difícil de dar:

"Jose Mari era una de esas piezas de artesanía que se fabrican por casualidad y ya nunca podrá repetirse porque el molde ha sido destruido. (...) He pasado días maravillosos a su lado, días sin prisas en los que era imposible imaginar que iba a suceder algo tan tremendo. (...) Pudiste haber salvado tu vida entregando un dinero que te pedían. Tu conciencia no te permitió ni considerarlo siquiera. Sabías que ese dinero que hubiera salvado tu vida iría destinado a comprar armas que segarían otras vidas. Aunque destrozada, te quiero aún más si cabe por tu valentía".

El corazón de nuestra madre latió durante cuatro años tras la muerte de nuestro padre, pero fue una prórroga; en realidad, la bala que asesinó a nuestro padre comenzó también a matar ese mismo día a nuestra madre. Hoy, 25 años después, estamos orgullosos de ellos, de su ejemplo, e intentamos permanecer fieles a los valores éticos y humanos que nos inculcaron.- Javier Urquizu Aranaga. Vitoria.

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