¿Quién defiende la costa?
El pasado 5 de enero dejaba Fuerteventura tras 11 días de vacaciones en esta isla. El último adiós fue en las charcas intermareales, cercanas al hotel en que nos hospedamos mi familia y yo en El Castillo, en el centro de la isla. Todo este tramo de costa es escogido por centenares de aves durante la invernada. Y allí estábamos, disfrutando del ir y venir de correlimos, zarapitos, vuelvepiedras, archibebes o chorlitejos, incansables buscadores de peces y crustáceos entre las rocas y el agua retenida.
Nada más montar en el avión y abrir un periódico regional de Canarias leemos: "Cabildo y Gobierno impulsan la obra de regeneración de la playa de El Castillo". Es decir, se acabaron las charcas intermareales en beneficio de toneladas de arena que atraigan al turismo masivo de sol y playa. Ni el correlimos es el lince ibérico, ni el vuelvepiedras el oso pardo, pero sí son símbolos de los pocos kilómetros de costa que quedan en buen estado, sana, acogedora, que resiste ante un turismo que les asfixia con puertos, paseos marítimos, hoteles y apartamentos a pie de playa. Ninguna tortuga marina ni ninguna foca monje elige ya nuestras costas para visitarnos. Si seguimos así, ningún ser vivo, excepto el bronceado de dos piernas, acudirá a ellas.
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