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EL HOMICIDIO DE CORREOS

"Volveré de cacería"

El homicida de Correos, tras despedirse de la empresa, amenazó a sus colegas

"Tranquilo. Me volverás a ver de cacería en Correos". Manuel Ramírez Torrecilla -el vigilante que el pasado lunes mató a dos compañeros, hirió a otra colega y se voló la cabeza- se despidió de uno de sus compañeros de trabajo con esas premonitorias palabras el pasado 27 de diciembre. Esta persona se lo había encontrado en las oficinas de Orma Seguridad, a las que Ramírez había ido a firmar su baja voluntaria. No le volvieron a ver hasta el 9 de enero.

Ese día cumplió su promesa y regresó a la sede de Correos a las 18.19. Ramírez aparcó bruscamente frente a la entrada del edificio de Correos, en la calle de Montalbán, y entró vestido con una cazadora del tipo bomber negra, un pantalón vaquero y unas botas de estilo militar. Portaba un machete atado a la espalda, dos cananas a la cintura, un pasamontañas militar que le cubría la cara y una escopeta de repetición. Después terminó a balazos con la vida de Manuel Montañés Riesco, de 52 años, y de Juan Pedro Jiménez Ortega, de 49. Dejó malherida a Inés García, de 50 años. Antes de suicidarse de un tiro en la cabeza, también encañonó a otro vigilante, que se salvó después de arrodillarse y suplicar por su vida delante del homicida. Desde ese día, este trabajador "está terriblemente afectado, como si estuviese ido. Ha sido un trauma tremendo", explicaron varios empleados.

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Ramírez compró la escopeta de repetición con la que mató a sus compañeros el pasado 16 de diciembre en una armería de Madrid. Le costó 1.100 euros y era nueva, de color metalizado y lacada, según presumió ante los otros empleados. Ese mismo día se llevó el arma al trabajo y delante del resto de trabajadores la montó y estuvo apuntando indistintamente a uno y otro vigilante, que le observaban asustadísimos. "¡Coño, qué bien apunta!", comentó mientras movía la escopeta de un lado a otro.

Ese incidente hizo que el resto de guardas, al día siguiente, telefoneasen a la empresa informando de lo ocurrido. En Orma Seguridad les pidieron que redactasen un informe y recogiesen las firmas de todos los empleados. De los 10 trabajadores que vigilaban las obras de reforma del edificio de Correos, incluido Ramírez, ocho firmaron el parte. Dos murieron en el tiroteo. Los vigilantes tardaron varios días en redactar la queja, así que les dio tiempo a añadir más incidentes que habían ocurrido con el homicida.

El informe, presentado el 22 de diciembre a Orma Seguridad, señala las continuas amenazas. "Aquí lo que hay es una confabulación hacia mi persona y tú eres el cabecilla, y a los cabecillas hay que degollarlos", fueron las palabras textuales que Ramírez empleó contra uno de los vigilantes el 21 de diciembre, día en que le enseñaron el cuadrante de los horarios de enero. Él se negó a mirar el papel, y eso que sus compañeros le habían puesto libranzas todos los fines de semana menos uno.En el informe de incidencias, los ocho trabajadores de Orma Seguridad relatan cómo el pasado 20 de diciembre Manuel Ramírez Torrecilla reclamó a un compañero el pago por unos prismáticos, que previamente le había vendido, llamándole "sinvergüenza". "¿Tú me quieres tomar el pelo, o qué?", le preguntó de forma violenta mientras le mostraba desafiante una bala: "¡Con esta bala te puedo partir en dos!", le espetó el homicida mientras sostenía entre sus dedos la munición.

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El mismo día, un poco más tarde, Ramírez se volvió a encarar con este mismo vigilante, al que acusó de haberle quitado la tarjeta que abre y cierra su coche, un Renault Laguna plateado. "¡Eres un ladrón y me la has quitado para venderla!", le gritó. Manuel Montañés, uno de los guardas que murió asesinado el 9 de enero, estaba presente en la conversación y le pidió a Ramírez que se calmase y que mirase bien dentro de sus bolsillos. Montañés, incluso, se fue hasta donde el homicida había aparcado el vehículo por si se le había caído la tarjeta al suelo.

Tarjeta perdida

Ramírez, mientras, se dedicó a insultar a todos los trabajadores, llamándoles "sinvergüenzas y ladrones", según relatan sus compañeros en el escrito de queja. Juan Pedro Jiménez Ortega, el otro asesinado, e Inés García Pedregosa, que resultó herida en el tiroteo, le dijeron que dejase de insultar y que hiciera el favor de calmarse. Ramírez se palpó entonces los bolsillos y sacó la tarjeta de su coche de uno de ellos. El homicida se quedó callado, abandonó su trabajo y fue a encerrarse al vestuario. Salió a las seis de la mañana del día siguiente.

El 21 de diciembre, Manuel Ramírez volvió a abandonar su turno para encerrarse de nuevo en el vestuario de los trabajadores. Uno de los vigilantes fue hasta el habitáculo y le indicó al homicida que ahí no se podía quedar. "¡Yo salgo cuando me salga de los cojones, y tú ten cuidado porque no sabes con quién te estás metiendo!", contestó el homicida. Salió y le mostró entonces "un machete de monte del tipo que se utiliza en la película Rambo", según consta en el informe. Con el relato de este incidente y con la petición de que aparten al vigilante del servicio termina el escrito de queja.

"La empresa recibe el parte el 22 de diciembre por la mañana. Ya sabía la historia desde el día 16 de ese mes, pero no pone denuncia en comisaría y permiten que Ramírez siga trabajando al lado de sus compañeros. Sabían que esa persona era muy peligrosa y no hicieron nada. Incluso llegaron a decirles que lo asumieran, que ellos eran profesionales de la seguridad", denunciaron Paloma Muro y Juan Manuel López, asesora jurídica y secretario de Acción Sindical de CSI-CSIF en Madrid. "Yo no puedo más. Un día cojo la calle de Montalbán para abajo y no me volvéis a ver el pelo", afirmó uno de los vigilantes a miembros de Orma Seguridad. La Delegación del Gobierno exigió ayer a la empresa la copia del informe de queja de los trabajadores.

Los responsables de Orma Seguridad, con el parte de incidencia en la mano, llamaron a Ramírez y le contaron que sus compañeros habían presentado un documento contra él. Pero éste niega tajantemente los hechos y asegura que son el resto los que le tienen manía, según informó Orma Seguridad en un comunicado el día de los homicidios. Además, el día 23 y el 25 de diciembre Ramírez presentó en la comisaría de Retiro sendas denuncias contra varios compañeros, a los que acusaba de maltratarle. Dos de los trabajadores están citados a declarar el próximo 15 de marzo.

Uno de los fallecidos, Manuel Montañés, fue el que se encargó de liderar las quejas de sus compañeros. Redactó de su puño y letra el informe de queja y llegó a comentar a sus colegas que tenían que ir al juzgado de guardia a denunciar lo ocurrido.

El 9 de enero, Ramírez mató a Montañés de un balazo en el tórax.

El informe de queja

Manuel Montañés Riesco, de 52 años, uno de los dos vigilantes asesinados, escribió de su puño y letra el informe de queja contra Manuel Ramírez Torrecilla el pasado 22 de diciembre. Lo firmaron 8 de los 10 trabajadores que tenía Orma Seguridad en el edificio de Correos. Sólo uno no quiso firmar porque conocía al homicida de otra empresa de seguridad en Las Rozas y le tenía miedo.

El primer párrafo del informe reza así: "Con fecha 16-12-2005, el v.s.

[vigilante de seguridad] Manuel Ramírez Torrecilla, adscrito al servicio de referencia, se presenta en el mismo portando escopeta de caza, procediendo a su montaje y apuntando posteriormente a todo el personal que pasaba por delante de él. Se le llama la atención por parte de los compañeros del servicio, guardándola en su taquilla, diciendo que pensaba dejarla allí, siendo informado por parte de los compañeros de que eso estaba prohibido".

"Al principio era un tipo excepcional que nos ayudaba"

El homicida se pasaba el día hablando de caza. No tenía otro tema de conversación, según sus compañeros. Que si la carne de jabalí, que si para matar a una liebre hace falta esta munición, que si con un machete puedes hacer un corte de tal dimensión...

Su lenguaje amenazante estaba lleno de referencias de caza y utilizaba para referirse a sus compañeros palabras como "presa", "manada" o "cabecilla de la manada". En su teléfono móvil tenía guardadas fotos de cacerías y de setas gigantes.

Manuel Ramírez perseguía a sus compañeros por el edificio mientras anotaba con detenimiento en un cuaderno pequeño. "No sabíamos lo que escribía. Lo hacía, por ejemplo, cuando estábamos limpiando los platos de la cena. No entendemos nada de lo que ha pasado. Al principio era un tipo excepcional, que te acercaba en coche al metro si lo necesitabas", explicaron.

Los trabajadores que tuvieron que compartir con él el turno de noche vivieron momentos muy tensos los días previos a las navidades. "Nos atiborrábamos a café y coca-cola porque no queríamos quedarnos adormilados por si nos hacía algo", explicaron.

Los vigilantes que entraban en el turno de las siete de la tarde el día de los asesinatos tuvieron que cumplir su servicio. "Esa noche fue espantosa. Nuestros compañeros acababan de morir, y estábamos allí", contaron muy emocionados. Ellos creen que Ramírez eligió la hora de los asesinatos, las 18.19, porque sabía que era cuando coincidían los dos turnos, el de mañana y el de noche. "A las 19.00 entra el turno de noche, pero solíamos ir antes porque nos fumábamos un cigarro todos juntos. Él conocía perfectamente nuestras costumbres. Montañés entraba a las 19.00 y siempre llegaba con la hora justa porque venía de El Molar. Ese día, por desgracia, se adelantó media hora a su horario. No le dio tiempo ni a ponerse el uniforme", contaron los empleados.

Los vigilantes han pedido unos días de baja.

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