Trillo nombró al general Mena jefe de la división Brunete pese a no ser de Infantería
Defensa renuncia a expedientar a militares en la reserva que se solidarizan con el arrestado
El entonces ministro de Defensa, Federico Trillo-Figueroa, nombró en mayo de 2002 al general José María Mena jefe de la División Mecanizada Brunete número 1. La decisión causó cierta sorpresa porque hasta entonces ningún militar que no fuera de Infantería había mandado la unidad más potente del Ejército de Tierra, y Mena era de Caballería. Pese a ese nombramiento, y el posterior ascenso de Mena a teniente general y jefe de personal del Ejército por el Gobierno de Aznar, el PP ha pedido "responsabilidades políticas" a José Bono por haber hecho a Mena jefe de la Fuerza Terrestre.
El PP, que empezó mostrando comprensión por el discurso del general Mena contra el proyecto de Estatuto para Cataluña, ha pasado a exigir "responsabilidades políticas" al ministro de Defensa, José Bono, por haberlo nombrado, tal como ayer reiteró su portavoz adjunto en el Congreso, Vicente Martínez-Pujalte.
Lo cierto es que la carrera de Mena ha dependido en siete ocasiones de decisiones políticas: en seis ha contado con el beneplácito del PP; y en una, del PSOE. Su ascenso a general de brigada fue acordado en octubre de 1996 por el Consejo de Ministros presidido por José María Aznar, que le hizo general de división en 1999 y teniente general en 2001. El PP lo destinó a la dirección general de Armamento, le dio luego el mando de la Brunete -el mejor destino que puede tener un general de división y la unidad que agrupa la mayor parte de los carros de combate- y, por último, lo hizo jefe de personal del Ejército de Tierra.
En diciembre de 2004, Bono le nombró jefe de la Fuerza Terrestre. Contra lo que sugiere su denominación, este mando no agrupa todas las unidades del Ejército, pues las más operativas (la Brunete, la Legión o la Brigada Paracaidista) dependen de la Fuerza de Maniobra, con sede en Valencia. En realidad, la de Sevilla sólo manda sobre las unidades que restan una vez excluidas las más operativas (la División Mecanizada y la Fuerza de Acción Rápida), así como la Fuerza Logística y el Mando de Canarias.
Eso no quiere decir que sea un cargo irrelevante. El teniente general de Sevilla tiene un importante papel institucional y dicha capitanía general está llamada a ganar más peso cuando culminen los planes de reorganización del Ejército de Tierra.
Sin informes del CNI
Todos los mandos militares consultados por EL PAÍS coinciden a calificar a Mena de "profesional muy inteligente, riguroso y reservado". Por eso, no sorprendieron sus sucesivos ascensos, tanto con el PP como con el PSOE, salvo la jefatura de la división Brunete, y ello por tratarse de un oficial de Caballería.
Pero incluso en ese caso, se interpretó la decisión como un intento por borrar las armas de origen de los oficiales (Infantería, Caballería, Artillería e Ingenieros) y avanzar hacia la consolidación del, en teoría, común Cuerpo General de las Armas.
Hasta su discurso del pasado día 6, no se conocía al general Mena ninguna afinidad política marcada. Quienes le conocen le califican de "muy conservador", aunque no más que buena parte de sus compañeros de carrera.
Las fuentes consultadas recuerdan que el PP suprimió los informes confidenciales sobre el perfil político de los aspirantes a general. Estos informes empezaron a ser elaborados por el Cesid (ahora rebautizado como CNI) tras el golpe de Estado del 23-F. Los había de dos tipos: de carácter colectivo, que servían para calificar a las promociones; e individuales, que acompañaban las propuestas de ascensos a general.
Unos y otros desaparecieron durante la primera legislatura del PP, con Eduardo Serra como ministro. Fue el propio servicio secreto el que pidió su supresión, pues eran origen de continuas suspicacias y recelos y habían dejado de tener sentido una vez consolidada la democracia, según las fuentes consultadas.
El desmantelamiento de la unidad del CNI dedicada a la información interna de los ejércitos ha dejado al Gobierno no sólo sin información fiable sobre el perfil político de los mandos militares, sino también sobre el verdadero estado de opinión de los ejércitos, más allá de lo que transmite la cadena de mando.
El pasado lunes se produjo un intento de generar un movimiento de solidaridad con el general Mena promovido por compañeros de la 19ª promoción de la Academia General Militar. De los casi 300 miembros que tenía originariamente aquella promoción, unos 250 siguen en contacto (a través de reuniones periódicas de confraternización) y unos 50 se adhirieron a la carta publicada ayer por el diario La Razón.
Tras analizar la identidad de los firmantes, Defensa llegó a la conclusión de que todos ellos están retirados o en la reserva y ninguno en servicio activo. En teoría, los militares en la reserva siguen sujetos al régimen disciplinario, pero no hay precedentes de que hayan sido sancionados y fuentes de Defensa descartaron ayer la apertura de expedientes.
Además de esta carta colectiva, el diario Abc recogía ayer varias individuales; entre ellas, de los ex tenientes generales José Ramón Pardo de Santayana y Ángel Lobo, siempre en defensa del militar sancionado.
Imagen perjudicial
Pero más allá de estas manifestaciones, la mayoría de los mandos consultados estiman que, incluso compartiendo algunas de las opiniones del general Mena sobre el Estatuto, éste se excedió al mezclar un discurso institucional con un asunto que es objeto de confrontación política. Si de verdad quería transmitir las inquietudes de sus subordinados, agregan, debía haberlo hecho a través de los cauces jerárquicos y nunca mediante una intervención pública.
Lo que le reprocha la mayoría de los mandos militares, especialmente los más profesionales, es que haya puesto en la picota la imagen que las Fuerzas Armadas han conseguido labrarse trabajosamente en las últimas dos décadas y haya resucitado, incluso en medios de comunicación extranjeros, fantasmas que están definitivamente enterrados.
El caso Mena ha dejado, sin embargo, algunas cicatrices en las Fuerzas Armadas. Una de ellas afecta al jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra, el general José Antonio García González. Éste no es sólo compañero de promoción de Mena -el jefe del Ejército es el número uno de la 19ª promoción; y el general sancionado, el dos-, sino también su directo superior jerárquico.
Sin embargo, la figura del jefe del Ejército de Tierra ha estado ausente de la crisis que se abrió el día de la Pascua Militar y culminó a la mañana siguiente, con la imposición del primer arresto a un teniente general desde la recuperación de la democracia.
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