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Reportaje:EL FUTURO DE ORIENTE PRÓXIMO

Olmert, un radical laico y liberal

El primer ministro israelí en funciones, un político contradictorio, cuenta con serias opciones de suceder al líder enfermo

Ehud Olmert, nacido en Binyamina el 30 de septiembre de 1945, todavía bajo el mandato británico, es un político muy contradictorio. El primer ministro en funciones de Israel, con aspiraciones y serias opciones de suceder a Ariel Sharon después de las elecciones de marzo, es un demócrata autoritario; un radical laico y liberal con buenas relaciones con los judíos ultraortodoxos y un derechista convencido que goza de muy buenas amistades en la izquierda. Sin ir más lejos, su esposa, Aliza, es una pintora y escultora progresista. Como lo son sus cuatro hijos, que apoyaban a Meretz, el partido nítidamente izquierdista que fue el azote de Olmert durante su larga andadura de 10 años (1993-2003) como alcalde de Jerusalén.

Ambicioso y oportunista, siempre dirigió sus esfuerzos al campo político
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Olmert, licenciado en Derecho, Filosofía y Psicología, fue el primer dirigente conservador y nacionalista que abogó, dos años atrás, por la evacuación de Gaza. Fue un globo sonda que días después ratificó el hombre fuerte del Estado judío: Ariel Sharon. Pero no creía en la retirada de la franja porque sea un convencido de los derechos de los palestinos. "Los árabes no le interesaban demasiado. Si de él hubiera dependido, las fronteras de 1967 se habrían trazado de otra manera, para que no hubiera tantos palestinos en el municipio de Jerusalén", comenta Meir Margalit, un concejal duro en su oposición a Olmert en el Ayuntamiento jerosolimitano. "Él aseguraba que cedería gran parte de Jerusalén Este, excluida la ciudad vieja y barrios aledaños, pero no por motivos de justicia social, sino porque estaba convencido de que la frontera de 1967 iba a tener un alto coste en términos demográficos", añade Margalit.

Muchos expertos creen que en 10 o 15 años, debido a su elevado índice de natalidad, los palestinos tendrán capacidad para elegir al alcalde. De ahí que, como en Gaza, es preferible hacer concesiones territoriales para abortar una eventual mayoría árabe en Jerusalén. El muro que Israel construye para separar Cisjordania de su territorio, y que prefigura las futuras lindes con el Estado palestino, deja fuera aldeas del término municipal de la Ciudad Santa, donde residen 55.000 árabes que disponen de identificación israelí.

Nunca mostró Olmert especial conocimiento de la parte árabe de la ciudad que gobernaba, como sucede con tantos israelíes que no se atreven a pisar los barrios palestinos. Meir Margalit recuerda una anécdota reveladora: "Pregunté por las inversiones que se realizaban en las aldeas árabes que rodean Jerusalén y él me contestó que se invertía lo necesario y que no les faltaba de nada. Le interrogué sobre el caso de Ein Fuad, y me respondió que en ese pueblo también ocurría lo mismo. El asunto es que esa aldea me la inventé, no existe. Se enfureció".

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Es el jefe del Ejecutivo en funciones -un hombre que dotó a los ediles opositores de secretarias, fax, teléfonos, pero que al tiempo disponía de un mecanismo para dejar sin sonido el micrófono del concejal que le contrariaba- un leal aliado de Sharon. Pero no siempre fue así. Compitió con el dirigente enfermo en las primarias del Likud en 1999. Fue derrotado. Y durante el entierro de la esposa de Sharon, Lily, en marzo de 2000, Olmert aseguró que esa mujer estaba casada con "un hombre muy extraño". De ser elegido, pocos dudan de que se dispone a seguir los planes que Sharon tenía en mente: más concesiones de tierra en Cisjordania sin abandonar un centímetro de Jerusalén.

El primer ministro interino sirvió como oficial en una unidad de combate y como corresponsal de Bamahane, la revista del Ejército. Pero la carrera militar no era su destino. Una carencia que le distingue de buena parte de los jefes de Gobierno israelíes (Isaac Rabin, Ehud Barak o el propio Sharon) que ascendieron hasta el generalato antes de entrar en política, y que ahora puede restarle apoyos en un país en el que se aprecia sobremanera la experiencia en el campo de batalla.

Ambicioso y oportunista, siempre dirigió sus esfuerzos al campo político. Cuando fue elegido diputado por primera vez, a los 28 años, en 1973, se convirtió en el legislador más joven hasta esa fecha. Y en 1988 fue nombrado ministro sin cartera. Dos años después fue designado por Isaac Shamir titular de Sanidad, y en 1993 se aupó a la alcaldía de Jerusalén, su trampolín para cotas más altas. De su labor municipal fue repescado hace tres años por Sharon, quien le nombró ministro de Industria y viceprimer ministro. Desde noviembre es ministro de Finanzas, y desde que los laboristas abandonaron el Gobierno tras la elección de Amir Peretz como líder, acapara 12 carteras.

Es Olmert un amante de la buena vida, de mantenerse en forma y apasionado del fútbol y admirador del Real Madrid. Su padre, Mordejai, que llegó a ser líder del movimiento terrorista Irgun, era un hombre rico. Y Ehud, como abogado, también alcanzó prestigio e hizo fortuna. Poseedor de una carísima colección de plumas estilográficas, el primer ministro en funciones no se priva de un buen licor y de fumar puros de 50 euros. Y de viajar al extranjero con frecuencia. Sus contactos con dirigentes de Estados Unidos y Europa son abundantes.

Sus planes pasaban, a juicio de varios analistas, por asumir la herencia de Sharon después de 2010. No esperaba que su impulsor padeciera el derrame cerebral que ahora le ofrece la ocasión de convertirse en primer ministro tras los comicios del 28 de marzo al frente de Kadima, el partido fundado por Sharon en noviembre. Para ello aprovechará sus buenas relaciones con los extremistas religiosos, que alaban su impulso a la colonización judía de la Jerusalén árabe. Aunque los ultraortodoxos no le perdonen que permitiera hace seis años la celebración de un desfile gay en la Ciudad Santa.

Ehud Olmert, durante una conferencia de prensa, ayer en Jerusalén.
Ehud Olmert, durante una conferencia de prensa, ayer en Jerusalén.AP

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