Gritos en el Calderón: "Bianchi, vete ya"
Corren malos tiempos para el Atlético. No se sabe si es por los atascos y las obras de la M-30, porque antes del partido el equipo no hubiera ganado ninguno de sus seis últimos encuentros, o porque entre todos sus futbolistas sólo hubieran logrado marcar 18 goles, los mismos que el barcelonista Eto?o. Al final, pañolada en la grada y gritos elocuentes: "Bianchi vete ya".
Sea por todo eso, o porque una decena de jugadores acabaron con gastroenteritis en la concentración navideña en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas, al Atlético ya no le queda ni el consuelo de su animosa afición: el Calderón llegó ayer muy justamente a la media entrada.
Metido como está en una dinámica triste, el Atlético se enfrentó entre el desánimo de la grada al Valencia, que anda sobrado de optimismo. Es un equipo asentado, que casi no nota los experimentos como el de incrustar al brasileño Fabio Aurelio, un lateral, en la media. De tan sólido como es, el Valencia sólo tuvo ayer un tropezón: Juan Soler, su presidente, bajó del autobús del club y ofreció, galante, su mano a una dama de la expedición valencianista. Por un instante, ella desapareció. Se había caído y Soler la recogió de entre el polvo de la M-30.
Menos tropezones, Bianchi, el técnico del Atlético, tenía problemas de todos los colores: sin Leo Franco ni Cuéllar, tuvo que alinear a Falcón, portero del filial. Tampoco pudo contar de inicio con Kezman. Ni con Maxi ni Gabi, que aún no habían superado los efectos del virus de Las Rozas.
Con ese desalentador panorama, Bianchi situó a Mario Suárez en la media. El canterano, como sus compañeros, jugó entre la indiferencia de la grada, silenciosa, desanimada y activa sólo en dos ocasiones: antes de empezar el partido, cuando el público guardó de pie un minuto de silencio por el fallecimiento del padre de Leo Franco. Y más tarde, cuando los cánticos del Frente, varias decisiones del árbitro y el enfrentamiento del entre Petrov y Miguel Ángel consiguieron desperezarla. Pero el Atlético sigue triste y la afición acabó pidiendo la cabeza de Bianchi.
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