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Columna
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ZP: luces y sombras

Antonio Elorza

El mejor signo de la oscuridad que preside aspectos esenciales de la política española es la constatación de que una OPA puede ser progresista o reaccionaria, abusiva o necesaria, de acuerdo con el alineamiento del órgano de prensa en el actual escenario de enfrentamiento. Imagino que para muchos ciudadanos el hecho de que Gas Natural devore a Endesa, o que ésta sobreviva al acoso, resulta una cuestión secundaria. Como máximo, estaríamos ante un remake de la lucha de tiburones financieros descrita en la vieja película Wall Street. Aquí y ahora, todo cobra otra dimensión, conforme pudieron apreciar los lectores revisando los titulares contrapuestos de la prensa diaria al emitir su dictamen el Tribunal de Defensa de la Competencia. Cada gubernamental de buen juicio es hincha del Gas, en tanto que los populares cierran filas en torno a Endesa. Signo del irracionalismo reinante.

Los defensores de la gestión gubernamental de Zapatero tienen razón al destacar que el estado de crispación ha creado una cortina de humo que impide apreciar los aspectos positivos de su primer bienio. Esta apreciación es válida en muchos aspectos, desde la callada y eficaz gestión de Solbes al frente de la Economía y de Alonso en Interior a los avances en la normativización de las relaciones sociales, con la búsqueda de medios eficaces para defender a las mujeres maltratadas o la dignificación del amor homosexual. Parecen además disipados los miedos que tantas veces atenazaron a los socialistas en relación con la memoria histórica. En las primeras líneas de un excelente libro recién publicado sobre las Brigadas Internacionales, Novedad en el frente, su autor, el historiador francés Rémi Skoutelsky, destaca la importancia de un gesto que ha pasado casi desapercibido: la reivindicación de los combatientes republicanos que hiciera en octubre pasado el presidente Zapatero con ocasión de su visita al campo de concentración de Mauthausen, donde murieron 7.000 de ellos. Es un gesto comparable al realizado por la vicepresidenta Fernández de la Vega respecto del presidente catalán fusilado, Lluís Companys, y que supone el reconocimiento del papel de la República, y de aquellos que la defendieron, muriendo unos, incorporándose otros luego a los movimientos de resistencia, como sacrificados promotores de la España y de la Europa democráticas de hoy.

En otro orden de temas, cabe saludar el recibimiento otorgado al presidente electo de Bolivia, Evo Morales. Por las formas y por el acto nada simbólico de la condonación parcial de la deuda. En el marco de la crisis registrada en Iberoamérica por las formas de gobierno dirigidas por las elites de origen criollo y subordinadas a Washington, el ascenso político de los movimientos indigenistas supone un reto para Europa, y singularmente para España, tanto en el plano económico como en el cultural y simbólico. A fin de cuentas, para esa memoria histórica, somos los malos de la película, y la factura pendiente puede agravarse si el Gobierno español, imitando la conducta de Rajoy, hubiera escenificado su desdén hacia quienes siempre han estado sometidos y ahora están a las puertas del poder. La justicia y el interés recomendaban un comportamiento como el puesto en práctica por Zapatero.

Sería absurdo, pues, cerrar los ojos ante los logros de la política del Gobierno, así como sería miope no percibir que los mismos se inscriben en un balance desigual. La marcha atrás en la condena del castrismo apenas ha dado fruto alguno, por citar la política sobre Latinoamérica, del mismo modo que la eficaz labor antiterrorista de Interior carece del soporte de acciones preventivas en el tratamiento de la cuestión religiosa, embalsamada de momento con la doctrina angelista de la Alianza de Civilizaciones. Y en el tema capital del Estatuto catalán, nada de clarificación. Sólo tratos y contratos en hoteles y restaurantes de Rubalcaba y colaboradores con políticos catalanes, para hacer digerible el compromiso a unos y otros, jugando con las palabras. ¿Qué va a quedar de la nítida alternativa constitucionalista por un momento exhibida desde la Moncloa? ¿Y de la voluntad de rigor de Solbes? Sólo mediante un voto de confianza en blanco a Zapatero resulta posible suscribir la conclusión optimista apuntada por Peces-Barba en un reciente y esclarecedor artículo.

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