_
_
_
_
Reportaje:TEATRO

Mi vida en un metro cúbico

Javier Vallejo

El problema de la vivienda en la España predesarrollista motivó una película feliz, El inquilino, de José Antonio Nieves Conde. Un vendedor (José Luis López Vázquez) mostraba a una pareja joven un piso por cuya puerta Fernando Fernán-Gómez no entraba de pie: al cerrarla, el techo se desplomaba sobre sus cabezas. Sufrió la censura del Ministerio de la Vivienda y se estrenó, recortada, con cinco años de retraso. Marco Ferreri y Rafael Azcona pusieron el dedo en la misma llaga en El pisito. La especulación inmobiliaria actual (España bate récords en número de pisos construidos por año, en acaparamiento de billetes de 500 euros y en retraso de la maternidad) ha motivado obras teatrales como Baldosas, de David Desola. Sus protagonistas intentan vivir sobre las cuatro baldosas que tienen pagadas: si pisan un centímetro más allá serán desahuciados.

En un par de sketches del programa de TVE-1 Made in China, el equipo de Óscar Terol le dio la vuelta a la lógica de los planes de urbanismo: dos labradores comunican a un empresario que su campo de golf ha sido recalificado para que pasten las vacas. El humor apenas consuela frente a quienes no lo tienen: vecinos de Rascafría y de El Escorial opuestos a la urbanización de la Arcadia madrileña han sido amenazados, y los bienes de alguno, atacados.

Buscando techo con su ex

pareja, Fernando Sánchez-Cabezudo, autor de M3, visitó una buhardilla de 20 metros cuadrados en la que no cabía de pie. "Al entrar me di con la cabeza en el techo", recuerda. "La propietaria me contó que el inquilino anterior era muy alto, y que sólo venía a dormir: 'Pero las vistas son excelentes, asómese', insistía. Las ventanas están a ras del suelo, y tuve que tumbarme para ver la calle. En ese instante pensé: de esto voy a hacer un espectáculo". M3, una odisea sin espacio, que se representa en el Festival Escena Abierta, de Burgos, es un montaje inspirado. Sánchez-Cabezudo (Madrid, 1979) lo ha creado en colaboración con su hermano Jorge y con Miguel Ángel Rodríguez de Cía. Es una ópera prima sorprendente. Un ejercicio de estilo divertido y bien resuelto. Fernando Sánchez-Cabezudo decidió reducir el escenario a su mínima expresión: un cubo de un 1,5 metros de arista, que representa una vivienda. A través de su cara frontal, se ofrecen a la mirada la minúscula puerta del fondo, una bombilla en el centro del techo, y la llave de la luz, colocada a la altura de las rodillas. La puertuca se abre y aparece, perplejo, un personaje con la pipa de Tati, el bombín de Chaplin y unas gafas de soldador. El nuevo inquilino entra con una plantita y una maleta. Saca un metro y comprueba satisfecho la amplitud del nicho que se dispone a habitar.

Sánchez-Cabezudo, intérprete único del espectáculo, lo hace sin palabras, permanentemente doblado para no golpearse con la cabeza. Tiene una vis cómica muy de cine mudo. Su personaje representa, en un metro cúbico, escenas de la vida hogareña. Se baña en un barreño, en donde lava su ropa al mismo tiempo, y trenza un dédalo de cuerdas para ponerla a secar: parece una araña tendiendo su red. Llama al servicio de información telefónica y es atendido por un operador automático tan inoperante como los de verdad. Contrata una fiesta y su cubículo se llena de gente: diez personas bailan apelotonadas, le aplastan contra un rincón. La compañía consigue este efecto cerrando la cuarta pared con una pantalla, en la que se proyectan imágenes pregrabadas. La continuidad entre representación e imagen fílmica es absoluta. Al caer la noche, el protagonista de M3 apaga la luz, y sobre la pantalla aparece el cubo flotando en medio del universo, como la estación de 2001, una odisea del espacio. Un cambio de perspectiva, y vemos al personajillo tras una ventana minúscula. Al lado, aparece el vecino detrás de la suya, y, sucesivamente, los vecinos de arriba, de abajo y de un bloque inmenso de apartamentos, todos de un metro cúbico. El espectáculo entero está iluminado con una sola bombilla, y con el haz del proyector. No necesita focos.

M3 no es el único espectáculo donde se juega con un espacio mínimo. En Pandora 88, la compañía de teatro físico Fabrik Postdam, evocan un secuestro en una caja de 1,5 metros cuadrados.

M3. Burgos. 20 y 21 de enero. En el Festival Escena Abierta (del 13 al 22).

Fernando Sánchez-Cabezudo, en un momento de 'M3'.
Fernando Sánchez-Cabezudo, en un momento de 'M3'.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_