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Entrevista:JAVIER RODRIGO | Historiador

"Si el pasado se queda sin contar, estaremos viviendo en una mentira"

Javier Rodrigo (Zaragoza, 1977) no tenía antecedentes familiares que le implicasen en el campo histórico en que decidió trabajar. Tampoco es, a sus 28 años, un testigo directo de lo que ocurrió en la Guerra Civil ni en la posguerra bajo la dictadura de Franco. Así y todo, este joven investigador, quien ya ha trabajado en el equipo de Paul Preston en Londres y actualmente enseña en la UNED, es uno de los principales expertos en la represión franquista como muestra su último libro Cautivos. Campos de concentración en la España franquista, 1936-1945 (Editorial Crítica). Recientemente participó en Bilbao en el seminario Memoria del horror y políticas de la memoria: Investigaciones recientes en torno a la represión franquista.

"El franquismo fue la dictadura más cruel de toda Europa en el ámbito político y el régimen más asesino en supuestos tiempos de paz"

"En la creación de estos campos hubo, no cabe duda, cierta improvisación, más que nada porque cuando se produce el alzamiento en ningún momento se esperaba que fuera a derivar en una guerra civil. Hasta noviembre de 1936, directamente se fusila a los prisioneros y a los leales a la República que se quedan en la retaguardia". Rodrigo recuerda que es a finales de ese año, cuatro meses después del golpe, cuando se crean los primeros cinco campos de concentración en Burgos, Zaragoza o Talavera de la Reina.

Para julio de 1937, el estado mayor franquista, con sede en Salamanca, ya cuenta con una estructura organizada "que depende directamente del generalísimo", apunta este historiador. Todo queda bien planificado: "Una cosa son las cárceles y otra distinta estos centros de internamiento, donde no se cumplen penas dictadas por un tribunal: los que allí se encuentran están para ser reeducados". Y añade: "No es un genocidio. Estamos ante una muestra de politicidio, de aniquilación del contrincante ideológico, que continuará durante todo el franquismo".

Los estudios de este doctor en Historia se han enfocado sobre la faceta represora de la dictadura durante casi 40 años. "Fue la más cruel de toda Europa en el ámbito político y el régimen más asesino en supuestos tiempos de paz", explica. Rodrigo se remite a las cifras: 30.000 desaparecidos, 150.000 fusilados y 500.000 internados en campos de concentración.

En este sentido, aporta pruebas de cómo los principales proyectos realizados por el franquismo no tuvieron ningún coste en mano de obra: "El Valle de los Caídos, la reconstrucción de Belchite, el Canal del Guadalquivir, pantanos varios, etcétera, fueron levantados por albañiles, canteros, carpinteros republicanos, nacionalistas o anarquistas".

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Todos los adversarios de Franco sufrieron los rigores de los campos de concentración. Incluso los nacionalistas vascos, que habían pactado su rendición con las tropas italianas en Santoña. "Franco no fue indulgente. Para que no hubiera ninguna posibilidad con los gudaris, releva pronto al Ejército italiano por las Brigadas de Navarra, que no tendrán piedad con los que se encuentran en los campos de concentración de Santoña y Santander, unos 50.000 prisioneros, de los que 35.000 son militares", explica el autor de Cautivos.

El País Vasco también contó temporalmente con este tipo de centros en Orduña, Murgia y Deusto o en la plaza de toros de San Sebastián, "donde se pasó por las armas a detenidos por no quitarse la txapela y cantar el Cara al sol". Al final, para resolver el desperdigamiento de los derrotados en el frente de el Norte en hasta 104 campos, se crea el de Miranda de Ebro, que llega a tener hasta 150.000 reclusos. "Allí, además de la reclusión, se les clasifica en función de los avales que remiten las autoridades del pueblo natal del detenido, con lo que se está abierto a todo tipo de desmanes. Famoso es, y lo incluyo en mi libro, el que aporta el cura de un pueblo aragonés, con respecto a un vecino republicano: 'Fusilable", relata Rodrigo.

Después de esta clasificación se les envía a un batallón de trabajo. El historiador también desmonta las posibles reducciones de pena que aducen los historiadores profranquistas: "Más que nada porque no dio tiempo a cumplirlas. Entre 1942 y 1945, el régimen, desbordado por los cientos de miles de prisioneros, dicta distintos indultos parciales para aliviar los campos y las cárceles".

Las investigaciones del historiador aragonés han sido reconocidas por las asociaciones de familiares de los que padecieron aquellos abusos. "Son estas agrupaciones las que han amplificado mis estudios", porque piden una aclaración en el discurso histórico. "Yo sí considero", concluye, "que si el pasado se queda sin contar, estaremos viviendo en una mentira. Aquellas personas se merecen, por lo menos, un homenaje".

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