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Reportaje:FIN DE SEMANA

Leyendas y misterios de Valladolid

Arte, vinos y jazz en una ruta alternativa por la ciudad de Zorrilla

No se tarda prácticamente nada, basta un paseo por el centro, una mirada genérica y un ribera acompañado de un montadito, para darse cuenta de que Valladolid es una de esas ciudades en las que es preciso escarbar, ahondar en la tradición, para sacar lo mejor de ella. No es de las que se ventilan en una tarde. Si se opta por esa elección, sólo la mitad de su encanto quedará asegurado.

Los vinos, el arte, la tradición, se funden con leyendas que atrapan al instante. Lo natural y lo mágico son la misma cosa en las urbes con pasado amplio. Y más si sumamos que Valladolid es la ciudad de la niebla. 650 metros de altura no son suficientes para que nieve a menudo. Nieva en Segovia, Ávila, Burgos o León, pero no aquí. Valladolid viene de valle de Olid. Y el término Pucela tiene un origen incierto. Además, fue capital del reino de España entre 1600 y 1606. Y, aunque suene raro, tiene playa, artificial, favor y gracia del Pisuerga, pero playa.

Empecemos la ruta por El Campo Grande, un parque enorme en el que abundan lectores de periódicos y adolescentes suplicando el primer beso. La puerta principal está en la plaza de Zorrilla. Entre sus muchos ilustres, Valladolid es la de Zorrilla, autor del Don Juan Tenorio, obra que se representa, como una tradición inflexible, cada 1 de noviembre. Casi todo lleva su nombre: el paseo, el teatro, el estadio de fútbol, la plaza...

De ahí parte la calle de Santiago, la más comercial, que desemboca en la plaza Mayor, muy castellana; distinguida, ya se sabe, cerrada al tráfico pero abierta a diversas propuestas: terrazas con el buen tiempo, conciertos gratis para las fiestas, arcos y juego de luces y sombras a partir del otoño.En el centro está la estatua del conde Ansúrez, fundador de la ciudad. Para armonizarla con otras plazas castellanas se pintaron las fachadas de un solo color: rojo vigoroso. Detrás está la zona clásica de tapas (La Tasquita, El Corcho...), que, entre montadito, pincho y tosta, conduce al plato fuerte: los restaurantes que restauran de verdad con el clásico lechazo, como La Parrilla de San Lorenzo, la crème de la crème, lugar de penitencia de paladares refinados. Otra buena opción, de precio medio y con acertado interiorismo, es Vino Tinto.

Puestos a pasear basta con tomar la calle de Ferrari y seguir por la Bajada de la Libertad hasta el renovado y majestuoso teatro Calderón. Llegados a este punto se despliegan tres opciones. Elija su propia aventura. Se puede perder la tarde en El Minuto, delicioso café donde jamás se pierde nada, excepto el norte, o palabras. Dos. Siguiendo de frente se llega a la plaza de San Pablo, con su majestuosa iglesia barroca con leyenda. Era tan grande su prestigio que los padres de Felipe II, futuro rey, decidieron bautizarlo allí. Para poder hacerlo, como su palacio pertenecía por distrito a la iglesia de las Angustias, tuvieron que romper las rejas de la ventana lateral, que daba a una calle que sí pertenecía a San Pablo, y sacaron al bebé por la ventana. Cosa de reyes.

Siguiendo por Cadenas de San Gregorio, en un lateral de San Pablo aparece el Museo Nacional de Escultura, con obras (verdaderas reliquias) de Alonso Berruguete y Juan de Juni, las dos figuras más representativas de la Escuela de Valladolid, maestros de los retablos barrocos y los pasos de su famosa Semana Santa.

Leones que no se pueden contar

Si se opta por el camino de la derecha, se palpa la plaza de la Antigua, una de las iglesias más elocuentes, pues ofrece una singular mezcla de románico y gótico, además de un rosetón que vigila, sigiloso, el vaivén nocturno. Siguiendo por esa calle, al fondo espera otra leyenda. Se trata de veinte leones fundidos en piedra, antesala de la Universidad. Dice la tradición que un estudiante que quiera terminar su carrera jamás debe pararse a contar el número de leones. Si lo haces, bye bye my friend, vuélvete a El Minuto.

En la plaza de la Universidad está la estatua de Cervantes, que vivió allí y que aún mantiene la luz de su casa encendida, en la calle de Miguel Iscar. A la derecha se vislumbra el Herminios, el garito de jazz-café-tertulia por excelencia, un referente al que se desciende por unas escaleras estrechas, donde cada semana hay un concierto. Salir del Herminios no es tarea fácil, pero reclamos no faltan. A la vuelta de la esquina está el Berlín, y cerca, La Cárcava, pequeño y hospitalario bar donde las copas con riberas elegantes, casi epicúreos (Yllera, Protos o el Blanco de Rueda), no se resignan a sorbos sin comida; se trata de catar vinos, comida y espacio al mismo tiempo. Cárcava significa foso, socavón, pero jamás hubo zanja tan acogedora.

La Catedral y el Cafetín

Saliendo de La Cárcava, a mano izquierda, se levanta, por fin, la Catedral, que también tiene su historia, vaya si la tiene: es huérfana, quizá por eso necesita tantos bares alrededor que la miman de día (Cárcava, Berlín) y la malcrían de noche (El Farolito, Morgan). Juan de Herrera, su arquitecto, abandonó el proyecto cuando se le encargó construir El Escorial. Dejó a medias una de las cuatro torres proyectadas y dos sin construir. Es monumental (típicamente herreriana), impresiona su austeridad y su fuerza. Las columnas del interior son imposibles de abrazar ni entre tres personas.

A los pies de la basílica unas escaleras conducen al Cafetín, que merece capítulo aparte, pues es el bar legendario. De alguna manera tomó el relevo de "el socialista", una cantina sin nombre de la calle de Zúñiga en la que se expendían porrones de vino y cacahuetes manejados por don Alejandro, catedrático republicano despojado de su cátedra en el cuarenta, exiliado a un recoveco de cacahuetes y a quien todo el mundo llamaba "el socialista"; de ahí el nombre, que jamás se anunció, claro.

Aparca un Corsa rojo en la puerta. En horas de clase un estudiante de Industriales se acerca y pregunta, "Oye, perdonad, he perdido el Norte... ¿lo habéis visto?". Las risas se adelantan al raciocinio, aunque se tarda poco en reparar que ese individuo trata de recuperar su Norte de Castilla, uno de los periódicos con más pegada en Valladolid. Son las cuatro de la tarde en el Cafetín, pero bien podrían ser las cuatro de la mañana.

Cada vez hay menos bares más placenteros que el salón de casa, pero sin duda el Cafetín es uno de ellos. Su nombre original es El Largo Adiós, así se anuncia en un rectángulo de plástico colgado en la puerta que pocos alcanzan a ver. Las mesas se alinean debajo de retratos de Machado, Kafka y otras eminencias. Allí, las horas se estiran como un chicle. Es ilustrado, culto y descuidado a la vez. No es que se adapte a los tiempos (no lo necesita), es que todo el mundo se adapta a él. Hay versificadores, clowns, escotes que faltan al respeto, rastas, progenitores, humo a más no poder, jazz... Y gesta: allí se produjo el último atentado de extrema derecha en la transición, con disparo incluido.

Como contrapunto a El Largo Adiós y a El Minuto, en la hechicera plaza del Viejo Coso está Las Horas Lentas. Café furtivo o rincón de meditación que, guarnecido de libros y con tres mesas contadas, permite que el tiempo llegue a detenerse.

Eusebio Lahoz (Barcelona, 1976) es autor de Leer del revés (El Cobre, 2005)

La plaza Mayor de Valladolid, rodeada de soportales y con la estatua del conde Pedro Ansúrez, fundador de la ciudad en el siglo XI, en el centro.
La plaza Mayor de Valladolid, rodeada de soportales y con la estatua del conde Pedro Ansúrez, fundador de la ciudad en el siglo XI, en el centro.SANTI BURGOS

GUÍA PRÁCTICA

Información- Oficina de turismo de Valladolid (983 21 93 10 y 983 21 94 38; www.asomateavalladolid.org).- Fundación Municipal de Cultura de Valladolid (983 42 62 46; www.fmcva.org).Direcciones- Museo Nacional de Escultura (983 25 40 83; museoescultura.mcu.es). Entrada, 2,40 euros.- Casa Museo de Cervantes (983 30 88 10; museocasacervantes.mcu.es). Entrada, 2,40 euros.Comer- Parrilla Vino Tinto (983 34 22 91). Campanas, 4. Precio medio, 25 euros por persona.- La Parrilla de San Lorenzo (983 33 50 88). Pedro Niño, 1. Precio medio, 35 euros por persona.Bares y cafés- La Cárcava. Calle de Cascajares.- Berlín. (983 39 10 17). Cardenal Cos.- El Minuto (983 29 05 40). Macías Picavea, 15.- El Cafetín (El Largo Adiós) (983 30 17 21). Arribas, 2.- Herminio's Jazz (983 30 62 09). Plaza de la Universidad, 11.- Las Horas Lentas (983 37 95 03). Plaza del Viejo Coso, 5.

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