Intensa interpretación de Berlioz
El segundo de los conciertos agrupados en el ciclo de grandes voces en el Real tuvo, de entrada, un copioso aperitivo orquestal, nada menos que diez números instrumentales de Don Juan, de Gluck. Lo que podría resultar a primera vista excesivo resultó revelador y es que se vio al mejor López Cobos posible, dirigiendo con un depurado racionalismo, con un control meticuloso de las situaciones y con un sentido del orden en la distribución de los diferentes planos y continuidades tan analítico como fluido. La misma impresión de dominio me había causado en Orfeo, de Haydn, hace ya unos cuantos años en A Coruña. El maestro zamorano se siente a gusto en estos pentagramas dieciochescos, y los transmite con tanta facilidad como precisión. Después de esta ceremonia de ambientación salió la soprano Anna Caterina Antonacci, dama de Ferrara, con presencia poderosa de mujer trágica, y con un impactante temperamento dramático, pero, la verdad, no consiguió transmitirme la emoción profunda de lo que estaba cantando.
Ciclo Voces en el Real
Anna Caterina Antonacci, soprano. Coro y Orquesta Sinfónica de Madrid. Director: Jesús López Cobos. Obras de Gluck, Mozart y Berlioz (La muerte de Cleopatra). Fundación Caja Madrid. Teatro Real. Madrid, 22 de diciembre.
Bien es verdad que es muy difícil entrar en situación de repente en una ópera con solamente un aria y también que la cantante no hace una concesión en los mecanismos de simpatía, pero la dureza de su emisión, sus trucos de emborronamiento del fraseo en algunos momentos o la manera de empujar con cierta destemplanza los agudos no favorecían el proceso de seducción, aunque, eso sí, había que descubrirse ante su fuerza, entrega y voluntarismo. Su Alceste fue, en cualquier caso, superior a su Ifigenia en Tauride y, en cuanto a la terrible aria de Electra en Idomeneo cumplió sin, en ningún momento, arrebatar.
En la segunda parte el salto cualitativo fue considerable, por no decir inmenso. Anna Caterina Antonacci hizo una lectura extraordinaria de Hector Berlioz y, en concreto, de La muerte de Cleopatra. Expresiva, interiorizada, poderosa, de gran cantante-actriz. López Cobos, en gran noche, acompañó extraordinariamente bien a la soprano y la orquesta respondió en su franja alta de nivel artístico. En las propinas Antonacci insistió en Berlioz y Mozart. El espectro de la rosa, de las Noches de verano, del primero no superó lo ya expuesto hasta el momento. Y en cuanto a La clemencia de Tito se agudizaron las virtudes y los defectos. El público aplaudió, no obstante, con intensidad a la cantante y abandonó el teatro con caras evidentes de satisfacción. Mejor que así sea.
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