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Reportaje:LOTERÍA

El azar salta al otro extremo de Valencia

El bar Manchego repartió 400 participaciones entre trabajadores de la otra punta de la ciudad

Santos Torres era la persona más perseguida ayer en el bar Manchego que regenta desde hace 11 años en el barrio valenciano de Malilla. Durante todo este tiempo ha estado vendiendo el 28.150, que ayer se convirtió en el segundo premio de la lotería de Navidad, del que ha repartido 400 participaciones a cinco euros cada una. A media mañana, no cabía un alma en el modesto establecimiento lleno de los agradecidos clientes de siempre, a los que había repartido millones desde el otro lado de la barra.

"Santos, eres el puto amo", le espetaba Óscar Javaloyes mientras le encajaba un abrazo al borde del placaje de rugby. "Vengo siempre que puedo a almorzar, a comer", comentaba ayer Javaloyes, enfundado en un chándal, con la cara regada de cava y bastante más espumoso en el estómago. "He llamado tres veces a mi novia y aún no se lo cree. Y no me pregunten en qué me lo voy a gastar: va todo a la hipoteca", señalaba sin dar opción.

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La mayoría de los clientes de Torres son trabajadores de los alrededores de esta zona obrera, al sur de la ciudad y en el extremo opuesto al barrio de Torrefiel, donde se ubica la falla agraciada. Javaloyes, de 28 años, trabaja en la construcción del nuevo hospital La Fe, a varios cientos de metros del bar, junto con un grupo de compañeros también premiados. Otro de los fieles es José Luis Mínguez, de 29 años, empleado en una tienda de recambios de coches cercana. Compró cuatro participaciones, o sea, "16 kilos" en premios. "Siempre compro algo aquí, ya era hora que me tocara", comentaba.

"También han comprado papeletas muchos vecinos", comentaba el dueño del local que desde las 11.55, momento en que salió el segundo premio, ya estaba tomado por el júbilo de los afortunados que hicieron del bar el cuartel general de la celebración. En plena fiesta, con la copa en alto, estaba también Rebeca, de 28 años. "Soy amiga de Cristina, la hija de Santos, y compré una participación". A través suyo, llegó el número a cuatro compañeras de la empresa de cerrajería en la que trabajan y que ayer se quedó durante unas horas sin cuatro de sus empleadas. Eso sí, "con el permiso del jefe".

El dueño del bar, con dos décimos, fue de los que más dinero ganaron, aunque no parece que vaya a cambiar demasiado su vida.

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—¿Mañana abres, Santos?, le preguntaba un vecino.

—¡Pues claro!

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