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Entrevista:JAVIER RODRÍGUEZ ALCÁZAR | Premio Jaén

"Un novelista debe contar historias y, si es posible, sin aburrir"

Ginés Donaire

Javier Rodríguez Alcázar (Granada, 1965) ha sido el ganador del último Premio Jaén de Novela que convoca CajaGranada. En su primer libro, El escolar brillante (Literatura Mondadori), Rodríguez, que es doctor en Filosofía de la Universidad de Granada, novela la historia de un mal estudiante que, tras terminar la carrera en una universidad del sur de España, consigue, haciendo trampas, una beca para estudiar el doctorado y trabajar como lector en una universidad norteamericana, donde va descubriendo la necesidad de encontrar su vocación y hacerse dueño de su vida.

Pregunta. ¿Qué ha querido novelar en El escolar brillante?

Respuesta. Se trata de una obra deliberadamente abierta, diseñada para permitir varios niveles de lectura y más de una interpretación. Algunos lectores podrán leerla como una sátira, quizá divertida, de los ambientes académicos. Pero es posible que otros encuentren también, entre líneas, una invitación a reflexionar sobre cuestiones como la fidelidad, la vocación, la libertad o la fragilidad de la condición humana.

P. ¿Tiene algo de metáfora sobre nuestra sociedad?

R. En cualquier época, quienes han aspirado a mejorar su condición o, al menos, a sobrevivir partiendo de una situación de desventaja, se han tenido que valer de cualquier recurso que pudieran allegarse, incluyendo algunos procedimientos censurados socialmente. Por eso, a la hora de caracterizar mi personaje principal, Julio Aguilera, he podido tener presentes referentes tan lejanos en el tiempo y en el espacio como el Lazarillo de Tormes, el Huckleberry Finn de Mark Twain y el Holden Cauldfield de Salinger. Lo novedoso de nuestra época es que, junto a otras fuentes tradicionales de desigualdad que no han desaparecido (el linaje, la raza, la clase social), ciertas cualidades intelectuales y determinados saberes han adquirido ahora un prestigio social sin precedentes y son considerados, más que antes, origen de reconocimiento y de poder. Esto explica, en parte, por qué la vanidad es un pecado tan extendido en el ámbito académico y por qué nos encontramos en esos ambientes tantos personajes empeñados en parecer lo que no son.

P. ¿Considera la sátira y el humor necesarios?

R. No necesariamente. Pero yo he encontrado en la sátira y en la ironía dos recursos muy poderosos para provocar la reflexión sin afectación y sin pedantería. Uno de los miembros del jurado me confesó que cuando abrieron la plica les sorprendió mucho descubrir que soy profesor de Filosofía. Quizás porque se esperaría que un filósofo de profesión utilice su novela como una mera excusa para poner en boca de los personajes discursos moralizantes o prolijas reflexiones sobre la vigencia de la modernidad. El primer mandamiento de un novelista es contar historias y hacerlo, a ser posible, sin aburrir a los lectores.

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