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Columna
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Don Discrepo

El alcalde de Málaga, don Francisco de la Torre, va camino de convertirse en un profesional de la discrepancia. A todo lo que hagan, digan o emprendan en su ciudad los gobiernos de España y de Andalucía él le encuentra un pero. O un peral, depende. Depende del grado de conflicto que se barrunte o propiciar se pueda. Ya se comprende que el hombre ha de seguir fielmente la senda furiosa marcada por su partido, el PP, y por su filósofo indiscutible, José María Aznar, que empezó discrepando de la Constitución y hoy la quiere tanto que es capaz de asfixiarla en un abrazo, como dijo Pérez Rubalcaba el sábado pasado en Sevilla. También el líder de las Azores se opuso al principio a lo del AVE para la bella ciudad mediterránea, allá por el 97, cuando estrenaba el mando, y luego no tuvo más remedio que plegarse a la feliz iniciativa de Magdalena Álvarez. Pues su incondicional discípulo De la Torre, lo mismo.

Son ya incontables las objeciones que este alcalde le ha puesto al metro que impulsa la Junta de Andalucía, con la colaboración del Gobierno central (que acaba de dotarlo con 175 kilos de euros), hasta el punto de que ahora amenaza con no autorizar el plan de tráfico que necesitan las obras si antes no se ejecutan no sé cuántos viales. Tampoco se lució dando facilidades al Museo Picasso, que a punto estuvo Carmen Calvo de ponerse el casco y coger ella misma el palustre (audacia no le falta), para demostrarle al primer edil que la cosa iba en serio, con él o sin él. Y en noviembre pasado, cuando por fin se firmó el convenio entre la Junta y el Gobierno de la Nación para desbloquear el destino del Palacio de la Aduana, tras un tortuoso litigio de ocho años, De la Torre lo alabó, pero criticó el nuevo emplazamiento de la Subdelegación del Gobierno, que de allí salía. Tampoco le agradó que en el inmueble rehabilitado vayan a ubicarse el Museo de Bellas Artes y el Arqueológico. Y tiempo le ha faltado para disentir nuevamente, cuando la consejera Torres anunció el viernes pasado que el decrépito Convento de la Trinidad acogerá el futuro Parque de los Cuentos. Según el alcalde, ahí lo que tiene que situarse es el Museo Arqueológico, y para razonarlo ha utilizado una metáfora pedagógica de lo más fino: "Málaga no debe plantearse llegar hasta el nivel cinco, si podemos llegar al diez. Tenemos que ser una ciudad de matrícula". Con lo cual, ha descalificado de un remilgo la nueva iniciativa de la Junta, sin saber muy bien de qué va la cosa, ni falta que le hace. Su natural discrepante le obliga a mostrarse en desacuerdo, pero con algo más esta vez: con un rictus de superioridad "cultural", que da por hecho que donde se ponga la arqueología... cómo va a competir esa tontería infantil de los cuentos.

En fin, una más de Don Discrepo. Lo que me encanta de estos políticos tan ilustrados es la seguridad con que se expresan. Pero tiempo habrá de demostrarle, como con el AVE, con el metro, con la Aduana, que también en esto se equivoca..., o lo equivocan. Y hasta es muy posible que cuando se entere y lo piense un poco, se lleve una agradable sorpresa. Para entonces a lo mejor se ha ganado una ligera modificación en el sobrenombre que hoy le pongo, y puedo llamarle Don Discreto.

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