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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Experimento en Bolivia

En unas elecciones notables por diferentes motivos, Bolivia ha catapultado a la presidencia al líder indio Evo Morales. Según proyecciones extraoficiales dadas por buenas, el jefe cocalero ha obtenido mayoría absoluta, con más del 51% de los sufragios, y superado en 20 puntos a su rival conservador, el ex presidente Quiroga. En más de dos décadas de elecciones democráticas en el infortunado país andino, nunca un aspirante había obtenido una victoria tan rotunda, conseguida además con una participación superior al 70%.

Presumiblemente, muchas cosas van a cambiar tras la elección de Morales, comprometido con las masas indígenas, opuesto a la política de Washington, partidario de las movilizaciones callejeras como expresión del poder popular y reiterado abogado de la nacionalización de los recursos energéticos del país más pobre de Suramérica. La victoria de Morales, que gusta de resaltar su amistad con Fidel Castro y Hugo Chávez, refuerza también inequívocamente el viraje indigenista e izquierdista de una parte del subcontinente.

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Si el ejercicio del cargo, que asumirá dentro de un mes, no modifica sustancialmente sus postulados, el presidente electo y líder del Movimiento Al Socialismo (MAS, una confederación de sindicatos y grupos sociales articulada en torno a los productores de coca) pretende enterrar el estado neoliberal y refundar Bolivia. Para ello reescribirá la Constitución, dando voz a aimaras y quechuas, etnias mayoritarias e históricamente excluidas de los mecanismos de decisión política y económica. Pero Morales, cuyos planes son anatema para las ricas regiones orientales del país, asentadas sobre el gas y el petróleo y abiertamente centrífugas, con Santa Cruz a la cabeza, debe llevar adelante esta agenda explosiva asegurando a la vez la gobernabilidad de Bolivia, inexistente en los últimos tiempos, como lo prueba el hecho de que el líder cocalero vaya a ser el cuarto presidente en poco más de dos años.

Evo Morales va a tener enfrente a un Senado de mayoría opositora, controlado por los nuevos gobernadores provinciales, ajenos en su gran mayoría al MAS y elegidos por primera vez también en la jornada del domingo. Y a poderes tan fácticos como la iniciativa privada y Estados Unidos, cuya ayuda para eliminar las plantaciones de coca supone la décima parte del PIB boliviano. El camino que elija para plantear decisiones cruciales, desde qué hacer con los hidrocarburos hasta una Constitución que lidie con las aspiraciones autonomistas de las regiones ricas y a la vez consagre la redistribución de la tierra y los derechos de la sometida mayoría indígena, va a marcar el nuevo rumbo de uno de los países más inestables de Suramérica.

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