Los militantes del Likud eligen en votación a Benjamín Netanyahu como nuevo líder
La escasa participación en las primarias refleja la crisis del partido conservador israelí
El ex primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, de 56 años, se alzó ayer con el triunfo en las elecciones primarias del nacionalista y conservador Likud, que con su victoria se deslizará hacia la extrema derecha. Según una encuesta del Canal 1 de televisión a pie de urna, derrotó, con el 47% de los votos, al ministro de Asuntos Exteriores, Silvan Shalom, quien admitió la derrota y felicito a su rival. El programa de Netanyahu no esconde novedades: recetas neoliberales en materia económica y nulas concesiones a los palestinos hasta que se desmantelen los grupos armados.
El director general del Likud, Arik Brami, anunció oficialmente en la sede del partido en Tel Aviv la victoria de Netanyahu incluso antes de que se hubieran escrutado todos los votos. Los militantes acogieron con ovaciones la victoria de Netanyahu.
Eran 128.347 los afiliados del Likud que estaban convocados en los 167 colegios electorales de todo el país. El decaimiento de la parroquia fue notorio. Menos del 40% de los militantes se acercó a las urnas. Para empezar, infinidad de los likudniks son firmes partidarios del primer ministro, Ariel Sharon, que aún no se han dado de baja en el partido. O que, como asegura el ayer ganador, son un caballo de Troya que trabaja en beneficio de Kadima (Adelante en lengua hebrea), el partido fundado por el convaleciente gobernante tras su fuga del Likud hace un mes.
Netanyahu, cabecilla de la rebelión contra la evacuación de los colonos judíos y los militares de Gaza tras 38 años de ocupación, forzó en verano una votación en el comité central del Likud para arrebatar el liderazgo del partido al jefe del Gobierno. Fracasó por muy escaso margen. Y desencadenó la fría venganza de Sharon, quien con su abandono del partido y la fundación de Kadima ha situado al Likud en una penosa posición en las encuestas. Los sondeos le otorgan hoy día entre 12 y 15 escaños de los 40 con que contaba en el Parlamento de 120 diputados.
Sin estar, Sharon sigue presente. Su sombra se ha dejado notar hasta el último día en las primarias. El domingo, Netanyahu, político que despierta odios acendrados o lealtades inquebrantables, aseguraba: "El Likud tiene que decidir si se transforma en un pequeño y débil partido que sería una rama de Kadima o si continúa siendo una formación fuerte que defiende con firmeza sus valores". Sin mencionar a su contrincante Silvan Shalom, Bibi, apodo con que se conoce a Netanyahu, aludía al tibio apoyo que el responsable de la diplomacia israelí prestó a Sharon a la hora de ejecutar la retirada de la franja mediterránea.
Es precisamente en los sectores más extremistas y de la ultraderecha radical en los que Netanyahu -casado dos veces y padre de tres hijos, y licenciado en Arquitectura y Administración de Empresas en universidades de Estados Unidos- dispone de mayor apoyo. Aunque son esos mismos votantes quienes le abandonaron en 1999, después de que Bibi firmara un acuerdo con el presidente Yasir Arafat por el que entregó la ciudad de Hebrón a la Autoridad nacional Palestina. Perdió las elecciones frente al laborista Ehud Barak.
Shalom, que se hizo con un 32% de las papeletas, según la misma encuesta, goza de respaldo en el aparato del partido y las autoridades municipales. El tercero en discordia, Moshe Feiglin, extremista entre los extremistas, logró el 15% de los sufragios, y el ministro de Agricultura, Yisrael Katz, apenas el 6%.
Jerusalén apareció en el debate en las últimas jornadas de la campaña. Netanyahu sugirió que Shalom estaría dispuesto a negociar concesiones con la Autoridad Nacional Palestina sobre la ciudad santa. Bibi se hizo ayer la foto ante el Muro de las Lamentaciones. Quien será cabeza de la candidatura del Likud en las elecciones del 28 de marzo descarta la creación de un Estado palestino y rechaza ceder un centímetro de la ocupada Cisjordania si antes el Gobierno palestino no desmantela las facciones armadas de los movimientos fundamentalistas.
Ninguno de los aspirantes ha debatido sobre la precaria situación económica que sufre Israel, con una brecha entre los ingresos de los más pudientes y los recursos de los más desfavorecidos en claro ascenso. Shalom fue titular de Hacienda en 2001, cuando estalló una crisis económica. Netanyahu, que ocupó esa cartera desde 2003 hasta 2005, implantó unas reformas neoliberales que ahora surten perniciosos efectos en la clase trabajadora.
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