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Columna
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Longuis

Iba a escribir que se hace el sueco, pero la expresión parece un tanto insípida. En esa frase hecha resulta sin duda más sabroso usar un término menos escandinavo, extraído, como ocurre con "camelo", "chaval", "chungo", "ligar", "menda" o "garito", de ese caudal de préstamos lingüísticos procedentes del idioma de los gitanos. Escribiré, por tanto, que el Consell se hace el longuis, con la carga de maliciosa premeditación que connota. Es más, hacerse el longuis supone, para quienes gobiernan ahora la Generalitat y para su partido, toda una estrategia de disimulo. Lo acabamos de comprobar de nuevo con el episodio de la severa advertencia europea sobre el descontrolado urbanismo valenciano. Si hubiéramos tenido que hacer caso del consejero de Territorio y Vivienda, el asunto no va con ellos, por más que se empeñen la Comisión y el Parlamento europeos. Principal responsable del desaguisado, Rafael Blasco, que ha revelado de forma estruendosa sus limitaciones al enredarse él solo con sus triquiñuelas en el trance de la fracasada fe de errores a favor de los promotores y al pasar por encima de su arrogancia la apisonadora europea, sería carne de dimisión en un país normal, donde los responsables de las instituciones respondieran de sus actos con criterios políticos, de sentido común, y no sacaran siempre a pasear a la oposición socialista como coartada. ¿Los socialistas? ¿Dónde estaban cuando comenzó la marejadilla de afectados que se ha transformado en galerna? ¿Qué tienen que ver con las trapisondas de la corrección que corrige la transitoria que enmienda el artículo de la ley que enmienda otra ley? ¡Ah! Ellos hicieron la LRAU, esa ley nefasta que el PP lleva aplicando once años con entusiasmo febril y sin regulación reglamentaria. Ha intentado el Consell hacerse el longuis y ha caído en un ridículo continental. Por eso sus think tanks han decidido echar mano del victimismo, su plan B preferido. Todo menos reconocer error alguno, abuso alguno, incompetencia alguna. Explica el presidente Camps que quiere ir a la Eurocámara (¡Ara, mare!) para defender a la Comunidad Valenciana de quienes pretenden "mancillar" su imagen. El longuis, quiero decir el presidente, ha pasado a la fase de valenciano indignado. En la pérfida Europa ya tiemblan de risa.

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