Un respiro
El indicador más importante de la semana en lo que respecta a la coyuntura española ha sido el IPC de noviembre. El dato fue relativamente bueno, pues la tasa anual de inflación disminuyó una décima porcentual por segundo mes consecutivo, hasta el 3,4%. Si recordamos las predicciones comentadas en esta columna meses atrás, el conjunto de los precios se está comportando algo mejor de lo previsto, lo que es debido a la caída de los productos energéticos en los dos últimos meses. La tasa interanual de éstos estaba en el 15% en septiembre y ha descendido al 9,3% en noviembre, lo que ha restado unas cinco décimas a la inflación total. La Seguridad Social se ha ahorrado por ello unos 650 millones de euros y muchos más se ahorrarán las empresas en concepto de cláusulas de salvaguarda. ¿Pierden por ello los pensionistas y los trabajadores asalariados? No, pierden los países de donde importamos el petróleo y ganamos todos los españoles, trabajadores, empresarios, pensionistas y rentistas. Ganamos porque recuperamos algo de poder adquisitivo y ganamos también porque eso permitirá que los salarios y otros costes ligados a la inflación aumenten menos (en términos nominales, que no reales) el próximo año y no perdamos más competitividad frente a los productores extranjeros, que es hoy el principal problema de la economía española.
Si el petróleo se mantuviera en torno a 60 dólares, la inflación desacelerará a partir de febrero
Sin embargo, los datos del IPC de estos dos últimos meses han sido buenos sólo aparentemente. En realidad, la inflación subyacente, que es el mejor indicador para analizar la tendencia de la inflación, al excluir los componentes más volátiles del IPC (alimentos frescos y productos energéticos), mantiene desde hace tres meses una orientación al alza, pasando del 2,4% en agosto al 2,7% en noviembre (gráfico izquierdo). Hay algún elemento puntual que explica esta subida, como el nuevo repunte del precio del aceite, pero en lo esencial se debe a los efectos indirectos de las subidas previas del precio de la energía, es decir, que ahora las empresas empiezan a trasladar a los precios de los bienes y servicios no energéticos el aumento de sus costes de producción ocasionado por la subida del petróleo. Esto era algo previsible y su alcance dependerá de las condiciones de mayor o menor fortaleza de la demanda, de la competencia y de la capacidad de que las cuentas de resultados de las empresas absorban en alguna medida el aumento de dichos costes. Desde luego, no en todos los sectores productivos (por ejemplo, en la industria), pero sí en la mayoría de ellos, los resultados están en máximos históricos, lo que está permitiendo que hasta ahora esa traslación de la subida de los costes de la energía esté siendo bastante moderada.
La bajada de la inflación ha sido, en todo caso, como un respiro antes de emprender de nuevo la marcha hasta cotas del orden del 4% en enero. En estos meses los productos energéticos (en buena medida por las anunciadas subidas del gas y de la energía eléctrica, nuevos ejemplos de traslación de mayores costes de producción a precios finales) van a aumentar otra vez su contribución a la inflación total y la inflación subyacente va a continuar subiendo suavemente. No obstante, si el precio del petróleo se mantuviera más o menos estable en torno a 60 dólares el barril, es previsible que la inflación total inicie una desaceleración a partir de febrero y acabe el próximo año en una tasa similar a la inflación subyacente, es decir, en torno al 3%.
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS).
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.