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LA AMPLIACIÓN DEL AEROPUERTO DE MADRID

Embarque urgente a un kilómetro de caminata

El ensayo en la nueva terminal de Madrid revela que el viajero tendrá que llegar con más antelación

Los pasajeros del vuelo 3676 de Iberia con destino a Roma inaugurarán la nueva terminal del aeropuerto de Madrid-Barajas, si no hay contraorden, a las 7.30 horas del 29 de enero. Desde hace dos meses cientos de figurantes ensayan en la T4 los movimientos que los viajeros realizarán a partir de entonces en este gigantesco y moderno edificio, en el que se han invertido 6.200 millones de euros. Dos periodistas de EL PAÍS participaron el pasado martes en uno de los ensayos generales para comprobar sobre el terreno algunas dificultades que AENA, el ente público que gestiona los aeropuertos, deberá solventar para el estreno.

Vuelo XY 4006 con destino a Bielefeld (Alemania), con salida a las 16.25 horas del martes 13 de diciembre. Uno de los 63 aterrizajes y despegues imaginarios que ensayan hoy 360 figurantes en la nueva terminal de Madrid-Barajas. En apenas seis semanas pasarán por aquí 60.000 viajeros cada día, el 60% de los que usan el aeropuerto, que ocupa ya el puesto decimotercero en el lista de los más visitados del mundo, con 38,7 millones de pasajeros en 2004. Con la nueva terminal aspira a llegar a 70 millones, una cifra que sólo superan Atlanta (83,6) y Chicago (75,5).

Se acabó llegar justo 45 minutos antes, porque se corre el riesgo de perder el vuelo
No hay planos. "Yo empecé a dar vueltas por el T4-S hasta que un policía me avisó"
"Le han roto la maleta; si quiere reclamar, allí, a 500 metros", dice un socarrón guardia civil

No hay transporte público para llegar al impresionante edificio de los arquitectos Richard Rogers y Carlos Lamela, así que los extras llegan en nueve autocares. Es una simulación (hay dos o tres jornadas cada semana) de modo que los dejan en el piso de llegadas, el nivel 0. Allí reciben el billete y las instrucciones: unos irán a Kuala Lumpur, otros a Nairobi...

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Los viajeros reales llegarán al nivel 1. Sólo en taxi, autobús o vehículo privado mientras no se construyan el metro y el tren de cercanías, cuyas estaciones ya están listas. La prolongación del suburbano desde las terminales antiguas no estará antes de 2008. Esta planta 1 comunica con el aparcamiento de casi 9.000 plazas.

El grupo de Bielefeld no tiene que facturar equipaje, pero sí debe recoger una bolsa de mano a fin de que la Guardia Civil y los vigilantes privados se entrenen también en su nuevo campo de juego. Los mostradores de facturación están en el nivel 2. Hay 152, pero casi todos están vacíos, así que la primera tarea del figurante será buscar uno operativo. Unos pocos deben realizar la prueba en silla de ruedas. El Parlamento Europeo aprobó precisamente el jueves un reglamento que exigirá que se atiendan las necesidades específicas de los discapacitados en los aeropuertos, sin coste añadido. Aquí por lo pronto no hay barreras arquitectónicas y los ascensores disponen de un panel en braille.

Las máquinas de facturación automática aún no funcionan. El personal de Iberia (que ocupa en exclusiva la nueva terminal junto a sus socios de OneWorld) se afana por no desesperarse con los nuevos ordenadores y las caídas del sistema informático.

El control de seguridad está en la misma planta 1, pero para llegar a la puerta asignada, la K77, hay que bajar al nivel 1 (en las escaleras mecánicas o los ascensores de paredes transparentes) y dirigirse al norte. La terminal dispone de una peculiar brújula: los colores de las columnas se vuelven más fríos (verdes y azules) al norte y más cálidos hacia el sur. El embarque es a las 16.05.

Los pasillos rodantes alivian la caminata, pero las dimensiones del aeropuerto (1.142 metros de un extremo a otro) obligarán a cambiar las costumbres del viajero. Se acabó llegar justo 45 minutos antes de la hora de salida prevista, dicen responsables de AENA, porque se corre el riesgo de perder el vuelo. Les pasó hace unos días "a unos 50" figurantes, comenta Víctor García, de 24 años. "Tardaron demasiado y no pudieron embarcar. Les ofrecieron hotel y otro vuelo al día siguiente", bromea.

Desde el control de seguridad hasta esta puerta de embarque hay 15 minutos andando. Llegar a las del edificio satélite (sólo vuelos internacionales) puede llevar media hora. Esta vez los 38 pasajeros asignados a la prueba han logrado llegar a tiempo a la meta. Uno ha perdido la tarjeta de embarque. Sin problema. Se comprueba su identidad (ficticia) y se le deja acceder a la pasarela acristalada (hay 39 en el edificio principal y otras 26 en el satélite) que lleva al avión. Esta vez no hay tal: vuelta al autobús y, por fin, a la cantina.

"Lo peor es la comida", corean los integrantes del "autobús de Alafranca". Son los amigos de José María Alafranca, estudiante de 21 años, pariente de uno de los 13 coordinadores a cargo de los grupos de figurantes. Él y su bulliciosa pandilla llevan ya tres sesiones de pruebas, que les reportan 41 euros diarios, el sueldo habitual del sector, por ocho horas de un trabajo que consiste básicamente en esperar y pasar frío en este inmenso edificio aún no caldeado.

De la escasez del salario se quejan también tres mujeres maduras que no quieren dar sus nombres. Una comenta que es la primera vez que va a un aeropuerto. Otra recuerda el día en que coincidieron en el rodaje de Volver, la nueva película de Pedro Almodóvar.

También Ángel Luis Alonso, de 50 años, es un extra habitual. Se dedica a la fumigación pero tiene puesto fijo en la puerta de la comisaría de una serie de televisión. Como ya han adelantado los jóvenes del "autobús Alafranca", explica que la mayor dificultad para el pasajero que han encontrado en el nuevo terminal es la conexión desde el edificio satélite, dedicado en exclusiva a los vuelos internacionales. "Si tienes la llegada allí y te dicen que tienes que dirigirte, por ejemplo, a la puerta M36 para conectar con otro vuelo, te puedes volver loco si no sabes que tienes que coger el tren interno para ir al otro edificio; los carteles te indican que hasta las puertas U te llevará 20 minutos, pero no te dicen si andando o en tren. Deberían arreglarlo". Tampoco hay mapas de situación. "Yo empecé a dar vueltas por el satélite hasta que un policía me avisó", dice Alonso, que con todo admite que la nueva terminal es "una maravilla".

Otro de los figurantes subraya la falta de papeleras. "¡Es que no hay ni una!", dice Diego, de 19 años. Ni las habrá. Un responsable de AENA aclara que en ninguna zona pública del aeropuerto actual hay papeleras desde que el Ministerio del Interior ordenó retirarlas por seguridad después del 11-S.

Tras el tardío almuerzo (son ya las cinco y media de la tarde) comienza la segunda oleada de pruebas. De nuevo unos ensayarán una llegada, otros una salida y otros una llegada internacional con conexión a otro vuelo. Y se comprueba la dificultad señalada por los figurantes, esta vez incrementada por el hecho de que a la llegada desde Nueva Orleans (en autobús, claro) la puerta asignada está cerrada, y el coordinador decide entrar a la terminal por la planta de salidas donde sí hay una abierta.

Allí, sin un cartel que indique dónde se recoge el equipaje el grupo comienza a patear los lujosos suelos de piedra pulida de un lado a otro, hasta que el coordinador logra encontrar un resquicio para poder llevar a sus figurantes hasta la puerta cerrada en la que teóricamente deberían haber desembarcado. Eso sí, primero hay que convencer a la Guardia Civil de que deje franquear un control en sentido inverso al habitual y subir un piso. Miguel, uno de los coordinadores, explica que si esto hubiese sucedido con la terminal ya operativa, la tripulación tendría que haber pedido por radio que abriesen la puerta, con el consiguiente retraso en el desembarque de los pasajeros, que previsiblemente hubiesen mostrado su enfado.

Resuelto el problema y una vez cruzada la aduana, hay que volver a bajar dos pisos (al nivel 0) para subir al tren interno sin conductor (cada uno de los seis existentes consta de tres vagones con tracción independiente, y llevan ruedas neumáticas sobre un raíl-guía, similar al sistema de Scalextric).

En cuatro minutos traslada al pasajero de uno a otro edificio.Una vez en la zona de recogida de equipajes el viajero imaginario debe recoger dos maletas, con peso variable y la mayoría sin ruedas. Una de ellas, rajada. Sólo queda rellenar un cuestionario, firmar el finiquito del contrato y subir al autobús de regreso a la ciudad.

El guardia civil que vigila la puerta se dirige con tanta amabilidad como socarronería a la pasajera. "Le han roto la maleta", sonríe, "si quiere reclamar, allí, a 500 metros". Y lanza el brazo hacia el extremo del edificio en un gesto de lejanía.

Dos figurantes ensayan la despedida junto a los mostradores de facturación de la nueva terminal del aeropuerto de Barajas.
Dos figurantes ensayan la despedida junto a los mostradores de facturación de la nueva terminal del aeropuerto de Barajas.RICARDO GUTIÉRREZ
Dos extras buscan la salida en el edificio satélite.
Dos extras buscan la salida en el edificio satélite.RICARDO GUTIÉRREZ

Lecciones de Hong Kong

El fiasco en la apertura del nuevo aeropuerto de Hong Kong en 1998 ha vuelto aún más cautelosas a las autoridades aeronáuticas. El empeño en inaugurar a toda costa el 6 de julio de ese año el aeródromo de Chek Lap Kok, cuando se cumplía el primer aniversario de la vuelta a soberanía china de la antigua colonia británica, condujo al caos. Según las conclusiones del comité encargado de investigar lo sucedido y depurar responsabilidades, falló casi todo lo que podía fallar: no funcionaron las pantallas de información, ni el aire acondicionado, ni las escaleras mecánicas; se perdieron 2.000 maletas, cientos de pasajeros quedaron atrapados en sus aviones por problemas en la apertura de las pasarelas, ... incluso se quedaron sin agua.

Una de las "lecciones para aprender" que incluye el memorándum hongkonés recomienda "dejar un plazo amplio para probar los sistemas", algo que se han tomado al pie de la letra los responsables de AENA.

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