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Crítica:ROCK | Jaime Urrutia
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Lecciones

La nueva ley de educación debería haber contemplado una reforma también de la asignatura de música; aunque lo suyo, con la complicidad de Jaime Urrutia, sería haber pedido que el rock and roll constituyera una asignatura por sí sola. Urrutia ya tiene parte de sus contenidos, y así lo proclama en la canción Clases de rock and roll, que abre su segundo disco en solitario, titulado El muchacho eléctrico, en homenaje a un texto del desaparecido Eduardo Haro Ibars.

En la canción aparecen Elvis, Keith Richards, Chuck Berry, Mick Jagger, Los Beatles, y referencias más cercanas como Loquillo o Guille Martín, el veterano guitarrista de su grupo, ahora sustituido. En directo, se antoja como una de las de inmediata respuesta, con el público saltarín mientras contempla las proyecciones sobre el fondo de algunas de las imágenes de los artistas que se citan.

Pero no menos feliz se sienten cuando Urrutia, acaso en el momento más ye-yé de toda su carrera, aborda las nuevas Pasimisí o Maribel, la canción que reivindica la hermosura de un cuerpo femenino entrado en carnes frente al acoso y la exaltación agobiante de la delgadez. A mitad del concierto, ¡Qué barbaridad!, del disco anterior, provoca también un momento de fervor, del que es difícil desprenderse hasta el final.

Y es que Jaime Urrutia está pletórico. Al fiasco de sus últimos discos con Gabinete Caligari, a mediados de los noventa, ha contestado con dos obras soberbias en solitario en este siglo: Patente de corso y El muchacho eléctrico. En directo, las defiende con la sana alegría del que se sabe seguro de lo que ha hecho. Su elegancia y porte torero siguen intactos. Sus botines blancos, su eterno tupé, sus solapas levantadas y sus pantalones pitillo, amén de su probado talento artístico, le dotan de esa personalidad de la que carecen ahora los artistas más jóvenes que hicieron novillos en esas clases de rock and roll. Lecciones que Urrutia sabe dar como nadie, como en esa versión en directo del Azurro de Paolo Conte que popularizó Celentano, a la que intercaló estrofas de la vieja Bares, qué lugares, o ese homenaje a su pasado con la inmortal 4 rosas, cantada casi desnuda con una mínima guitarra acústica de acompañamiento.Jaime Urrutia Jaime Urrutia (voz y guitarra), Diego García (guitarra); Germán Vilella (batería), Ambite (bajo) y Esteban Hirschfeld (teclados). Galileo Galilei. Madrid, 15 de diciembre.

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