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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

'Pinganillo' vietnamita

El auditorio de la Casa Àsia se llenó para escuchar a Bao Ninh, novelista vietnamita autor de El dolor de la guerra (Ediciones B), impresionante testimonio sobre la guerra de Vietnam. El acto reunió detrás de una concurrida mesa al anfitrión, Víctor Ugarte, a la editora Susana Andrés, al periodista Antonio Franco, al escritor Eduardo Mendoza y al diplomático Manuel Piñeiro. Bao Ninh apareció sin corbata, algo encorvado, la frente invadida por una ola de pelo gris y, debajo de un fino bigote de guitarrista manouche, una media humilde y contenida. Ninh sólo habla vietnamita, así que tuvimos que recurrir al pinganillo de la interpretación simultánea. Las instrucciones eran claras: si te pones el auricular y conectas el canal 1, escucharás la traducción española de lo que diga Ninh.

Bao Ninh ha escrito un impresionante libro sobre la guerra de Vietnan, distinto al de otros grandes testigos de un drama planetario

Antes, los demás ponentes intervinieron para elogiar el libro. La editora recordó la figura del narrador desordenado. Franco habló de lo que la guerra de Vietnam significó para su generación y dijo: "La vida nos debía un libro como éste, sobre la guerra vista desde el otro lado". En efecto, es uno de los méritos del libro: dar una versión de los hechos sin ninguna carga propagandística. En 1995, cuando el libro se publicó en Francia, el prologuista Phan Hut Dong escribió que para el protagonista "el presente se disuelve en el pasado". En el acto de la Casa Àsia se produjo, a ratos, el fenómeno inverso: el pasado se disolvió en el presente. Franco recordó, con cierto optimismo ideologizado, el carácter antibelicista de Barcelona y se felicitó por pertenecer a un grupo empresarial capaz de editar un libro tan importante.

Ninh, mientras tanto, parecía tener problemas con la interpretación y, atento al auricular, escuchaba los elogios con un pudor más que justificado. Mendoza analizó el lado literario del libro y acertó al calificar aquella guerra de mito: "el relato como conocimiento para construir algo: identidades e ideas, donde se dilucidan temas que afectan a la consciencia de la humanidad". Su tono pausado y tímido contrastaba con la fuerza del elogio a una historia que transforma la anécdota en experiencia colectiva, "un testimonio permanente del sufrimiento". El diplomático Piñeiro, que llevaba un buen rato asintiendo, situó el marco histórico en el que se publicó el libro: "una ciudad, Hanoi, con calles con nombres de poetas". Recordó el pasado de Vietnam, "el único país que tiene el doloroso récord de haber hecho la guerra con tres potencias del Consejo de Seguridad: China, Francia y Estados Unidos". Cuando le tocó el turno a Ninh, todos conectamos el canal 1. Inicialmente, la intérprete balbuceaba y caía en un clásico del género pinganillo: traducir aleatoriamente un tercio de lo que se dice. Luego ganó confianza y pudimos entender que Ninh agradecía los elogios, subrayaba las virtudes de España ("tierra de novelas"), hablaba de El Quijote y sobrevolaba el paisaje de la literatura vietnamita. La intérprete hacía lo que podía. La formalidad, por suerte, se fue disipando y Ninh dijo que su libro pretendía que los lectores entendieran que, pese a su pasado esclavo de las guerras, Vietnam siempre deseó la paz. Filtrado por la interpretación, la comunicación era difícil, con interferencias y aproximaciones hasta que (Mendoza escuchaba sonriendo, recordando probablemente sus tiempos de traductor en Naciones Unidas), oímos que la intérprete se reía y, a continuación, traducía lo más brillante que dijo Ninh: "Yo escribo, aunque a veces no entiendo lo que escribo. Tampoco soy un experto en dar discursos". Dio las gracias, sonrió y se levantó para agradecer los aplausos. Lo confieso: no me vi capaz de soportar un coloquio con preguntas y respuestas eternamente traducidas y me marché, perseguido por los laberintos de la interpretación. Una vez en casa, comparé las traducciones francesa y la española de la novela y detecté ciertas diferencias. "Además, a decir verdad, después de esta gloriosa guerra, la gente que, como nosotros, combatieron realmente, nunca volverán a ser personas normales", decía la francesa. En la española, en cambio, leí: "Después de esta victoria conseguida a duras penas, los combatientes como tú, Kien, jamás volverán a ser los de antes". Imaginé dos pinganillos distintos versionando una única voz con resultados parecidos pero me alegré de haber visto de cerca a Ninh, tan distinto a tantos otros grandes testigos de un drama vietnamita de extensión planetaria. Tanbién en casa, busqué las lecturas del otro bando, legado de ex combatientes o testigos privilegiados. Neil Sheeman, Richard Currey, Tim O'Brien ("Que haya ocurrido punto por punto es irrelevante. Una cosa puede ocurrir y ser pura mentira, o puede no ocurrir y ser más verdadera que la verdad"), Tobias Wolfe, Ken Anderson, Philip Caputo, Michael Herr, Stephen Wright... Lo que cuenta Ninh en su libro, sin embargo, parece haber ocurrido y, al mismo tiempo, parece verdad, pese a haber sido escrito por alguien que, a veces, no entiende lo que ha escrito. Eso fue, al menos, lo que dijo la intérprete a través del pinganillo. O lo que yo entendí.

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