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Un infierno en la tierra

Raheel Ashraf, de 26 años, trabaja los fines de semana como vigilante en unas oficinas de Fujifilm, colindantes con los depósitos de carburante de Total que estallaron anoche. Ashraf está vivo de milagro. La onda expansiva hizo volar las paredes y el techo del edificio, pero él escapó con vida y se lo pudo contar a la BBC.

Una hora antes de acabar su jornada laboral estaba haciendo la ronda habitual de vigilancia por las oficinas, la última de la noche, cuando percibió un fuerte olor a gases que le pareció que venía del exterior. "Era un pestazo horroroso. Saqué la cabeza fuera para oler pero no sabía si venía de dentro o de fuera del edificio", explicó. Segundos después llegó la primera explosión, "un trueno espantoso", que le hizo saltar por los aires.

"Estaba acurrucado como un ovillo pensando que aquello era un sueño. No sabía lo que pasaba. Cuando abrí los ojos no quedaba nada en el edificio. No había paredes, no había luz, pero se podía ver el cielo", explicó desde su casa, horas después. Sólo pensó en huir de allí, en que nadie vendría a salvarle. Tuvo que saltar desde la ventana, casi cuatro metros hasta el suelo, un poco menos en realidad porque se habían amontonado cascotes en el exterior tras la explosión. Ya fuera, dos hombres le ayudaron a escapar.

"Las llamas tenían 60 metros de altura y seguían creciendo. Era horroroso, como estar en el infierno", afirmó. "No ocurre nada y en el minuto siguiente todo ha estallado y no sabes qué pasa y sólo deseas que sea una pesadilla y crees que de un momento a otro te vas a despertar".

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