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Reportaje:FÚTBOL | Diez años de la 'ley Bosman'

El gran casino de los agentes

Los representantes admiten que el 'caso Bosman' fue "la gallina de los huevos de oro", pero recuerdan que cada año 50 españoles se quedan en paro

Cuando Jean-Marc Bosman ganó su demanda contra la UEFA, hace diez años, volvió a casa de sus padres, donde residía desde que había dejado de cobrar su sueldo del Lieja, y se dedicó a superar una profunda depresión y sus problemas con el alcohol. Su vida había cambiado. A peor. La de sus compañeros futbolistas y la de sus representantes, también. A mejor.

"La sentencia Bosman supuso una revolución en el el fútbol europeo", explica Zoran Vekic, representante, entre otros, de Guti, del Madrid, y Kezman, del Atlético. "Desde entonces se trabaja más. Hay más plata, aunque no ha aumentado el volumen de negocio", continúa; "lo que ha pasado es que se ha alterado el círculo de traspasos. Ahora se buscan jugadores fuera, porque son más baratos que los nacionales, sin tener en cuenta las ventajas de conocer la cultura del país". ¿A quién ha beneficiado la sentencia Bosman? "A los equipos de segunda línea, como el Getafe, que se llevan a los españoles que sobran en los equipos grandes". ¿A quién ha perjudicado? "Cada año, se quedan 50 futbolistas españoles sin contrato. Los clubes prefieren traer a uno de fuera que termine el suyo".

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"La sentencia cambió totalmente la relación entre los jugadores y los clubes", explica José María Minguella, intermediario; "los futbolistas europeos empezaron a ser propietarios, en parte, del negocio y pudieron hacerse respetar como trabajadores. La entrada en vigor de esa ley, unida a los contratos con las televisiones, disparó enormemente sus emolumentos. Los grandes perjudicados fueron los clubes formadores: les obligó a encarecer el coste salarial de sus plantillas y a estar muy preparados jurídicamente para evitar la fuga de talentos".

Como Vekic y Minguella, Jorge Lera, de Bahía, una empresa española de representantes, ha tenido que estudiar en profundidad los mercados europeos. "La sentencia Bosman nos cambió mucho la vida", reconoce desde Glasgow, donde espera para reunirse con Nacho Novo, la estrella del Rangers; "fue la gallina de los huevos de oro. Ahora, con la ampliación de la Unión Europea a 25 países, ya no se regala el dinero. Además, todo tiene sus límites: un equipo español lleno de extranjeros pierde su identidad".

"Utilizamos la ley Bosman en nuestro favor", coincide José Antonio Martín Otín, consejero delegado de Bahía; "la tradición decía que de España no salían jugadores. En los años 60, estrellas como Suárez, Peiró y Del Sol se fueron a Italia. Fuera de eso no salía nada". Entonces llegó la sentencia Bosman. Y lo cambió todo: "Ahora hay mercados golosos, como el alemán, lleno de jugadores del Este. Pero también tenemos, por ejemplo, a Copado en Francfort". ¿Tanto ha afectado la sentencia Bosman a las canteras? "Por una mera cuestión matemática, los futbolistas extranjeros perjudican a los españoles".

En las grandes Ligas europeas, cada vez hay menos jugadores nacionales. Proliferan los extranjeros, los comunitarios. Para algunos es algo que no tiene solución."Los mejores jugadores del mundo no son europeos", argumenta David Espinar, buen conocedor de las estrellas brasileñas que juegan en España. "Los brasileños y argentinos vendrían igual", insiste. Manuel García Quilón, representante de Rafa Benítez, Luis García y Reina, todos ellos en el Liverpool, no está de acuerdo. "No creo que todos los que viene de fuera sean mejores", dice; "el Valencia ganó con ocho o nueve españoles la Liga. La ley Bosman ha frenado un poquito el crecimiento deportivo del jugador español" ¿Ha tenido más efectos? "Al tener mayores ingresos [gracias al dinero de las televisiones], los clubes se embarcaron en mayores contrataciones y cada uno se metió en más de lo que podían dentro de su escalón".

Seedorf, Panucci y Karembeu, en un partido del Madrid de enero de 1998.
Seedorf, Panucci y Karembeu, en un partido del Madrid de enero de 1998.MANUEL ESCALERA
El abogado Jean-Louis Dupont y Jean-Marc Bosman, en 1995.
El abogado Jean-Louis Dupont y Jean-Marc Bosman, en 1995.REUTERS

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