Oficio y frescura
Con bandas como los tejanos Fastball siempre puede hablarse de ausencia de perfiles sonoros agudizados y carencia de singularidad, pero rara vez podrá ponerse objeción alguna a cualquiera de sus directos. Son hábiles delineantes de estilos ya perfectamente perfilados años antes por especialistas de talla más que contrastada, pero gozan de tantas tablas a la hora de desarrollar poco más de una hora de un espectáculo de recio y robusto rock con denominación de origen norteamericano que incluso su prestación sobre el escenario sale ganando muchos enteros con respecto a su producción discográfica. Tony Scalzo y Miles Zúñiga, alternativamente o conjuntados, son dos eficaces cantantes sobrados de entusiasmo (su actitud jovial fue parte determinante de que la sala se fuera caldeando) y de savoir faire: dulcemente melódico el primero y potente y desenfadado el segundo. En su radioformulable concepto del rock (que dignificaría cualquier FM) puede que no cueste mucho rastrear la huella de Badfinger, Cheap Trick o algunas de las luminarias del genuino power pop de finales de los 70, en ese terreno de sano revisionismo en el que bandas de los 90 como Urge Overkill se quedaron ancladas para siempre. Hicieron valer su inveterado oficio tanto a la hora de recuperar temas de sus primeros álbumes (como Are you ready for the fallout? o la costelliana The Way, su tema más popular) como a la hora de presentar la enérgica tarjeta de visita de su nuevo largo (con Mercenary Girl o Lou-Ee, entre sus puntos álgidos).
Fastball
Tony Scalzo: Voz, guitarra y teclado. Miles Zúñiga: Guitarra, voz. Jeff Groves: Bajo. Joey Shuffield: Batería. Sala El Loco. Martes 6 de diciembre.
Pero donde realmente se lucieron como banda versátil, con un saludable sentido del humor nada pretencioso fue en una recta final marcada por su peculiar toma de la ranchera Volver, volver (en un correcto castellano) y su versión del All I have to do is dream de The Everly Brothers.
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