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Reportaje:

La emigración olvidada

Una muestra revive en Sevilla la historia de quienes partieron para trabajar en Europa a través de imágenes y documentos

Tereixa Constenla

Trabajaron en la cadena de montaje de Volkswagen en Alemania, en la vendimia en el Rosellón francés y en casas particulares como limpiadoras. También lo hicieron en fábricas de chocolate belga y en minas de carbón centroeuropeas. Los andaluces fueron inmigrantes en Europa hace tres días, como quien dice, aunque el fenómeno parezca tan lejano como la I República. La Federación Andaluza de Emigrantes Retornados (FAER), que cuenta con unos 20.000 asociados en toda la comunidad, inauguró ayer en Sevilla una exposición fotográfica para reavivar ese pasado reciente y semiolvidado.

"Igual que ahora se está recuperando la memoria histórica, también es hora de rendir un homenaje a la emigración andaluza que nunca se ha tributado, y hay que hacerlo ahora, mientras están vivos", reivindicó ayer la presidenta de FAER, Juana María Sánchez. A través de 80 instantáneas y una treintena de documentos cedidos por sus protagonistas se observan los paralelismos existentes entre el éxodo andaluz de hace unas décadas y el vivido ahora por africanos, europeos del Este y latinoamericanos que se instalan en Andalucía para buscar una oportunidad laboral.

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"La historia se repite, nosotros tenemos la obligación de ser generosos y solidarios", recalca Sánchez, hija de un matrimonio emigrado a Francia que regresó a Almería en los ochenta. Las dificultades administrativas que encontraron sus padres y otros amigos en este viaje de vuelta la animaron a fundar una organización de apoyo a los retornados en Almería, el embrión de todo el movimiento asociativo posterior, presente en todas las provincias excepto Córdoba.

Todas las migraciones se parecen. Los andaluces necesitaron superar trámites muy semejantes a los que la Administración española exige hoy a los extranjeros, como acreditan los permisos de trabajo. Asimismo, la añoranza se repite. En los centros andaluces se construía la identidad de las segundas generaciones sobre el pilar del folclore y las postales estaban cargadas de emociones desde la lejanía. Pero los emigrantes aprovecharon además las calles europeas para protestar por la libertad inexistente en España. Porque muchos se fueron pensando en el pan y otros en el espíritu. O en ambos, como Manuel Ramírez Saldaña (Alcolea del Río, Sevilla, 1929), un minero señalado por capitanear el descontento de los trabajadores de la mina de Villanueva del Río y Minas. "El futuro de mis hijos era irme de aquí, eso era en el plano económico, pero también me empujaba la falta de libertad", relataba ayer, a pocos metros de unas imágenes captadas por el mismo en Bruselas, donde los emigrantes se manifestaban contra la dictadura de Franco.

Manuel Ramírez, que ahora preside la Asociación Sevillana de Emigrantes Retornados, regresó a su tierra en 1994, cuando se jubiló. No tiene añoranzas de Bruselas, aunque allí ha dejado una de sus dos hijos y dos centros de emigrantes: "Cuando me acostaba, lo hacía mirando hacia Andalucía".

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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