El Zaragoza gana al Cádiz en tres minutos

El Cádiz tirita de pánico cada vez que un partido se le pone a favor. Malgasta buen fútbol. Peca de inocencia y falta de contundencia. Celta, Mallorca, Valencia..., ayer fue el Zaragoza el que ganó en Carranza. Víctor Muñoz sigue una semana más como entrenador de los maños gracias a dos grandes disparos de Cani y Ewerthon y la candidez amarilla.

Los locales abrumaron a su contrincante en el primer tiempo. Fútbol sencillo, once tipos con las ideas claras. Con el aliento en el cogote del futbolista del otro bando, alimañas en busca del balón. Fue vistoso ver al Cádiz atacar, pero no fue menos apreciar su capacidad de presión y empuje. Los zaragozistas combinaban el balón como si de una granada sin seguro se tratara. Era cuestión de segundos que a alguno de ellos un jugador del Cádiz le pusiera en problemas. El público ovacionó ayer su equipo cuando se ponía a defender. Los centrales se plantaron muy lejos de su área y de ahí para atrás un desierto. Celades y Ponzio fueron por la pelota a su línea de defensa pero allí estaba un mediocentro gaditano, el otro esperaba atrás por si su compañero perdía el sitio. Las dimensiones del campo se redujeron al área de César. El Zaragoza boqueaba en busca de aire.

Extraordinaria media hora con floritura incluida. Una doble pared entre Pavoni y Suárez que culminó otra vez Enrique ante César. El Zaragoza estuvo noqueado, con la cuenta atrás en el nueve. El mediocampo de contención que planteó Víctor se derritió al primer achuchón cadista. El árbitro pitó el final del primer tiempo y el Cádiz ganaba, pero sólo lo hacía por un gol.

Y en el tiempo de dar cuenta de la merienda todo cambió. Movilla dio autoridad al centro del campo maño. El Cádiz retrocedió y concedió la pelota al Zaragoza. En medio minuto, Zapater ya había tirado a puerta. Treinta segundos después, Ewerthon forzó un corner. Los amarillos perdieron el sitio, el dibujo, el balón. Se olía el miedo al empate. La osadía de los centrales en el primer tiempo, se transformó en terror si se alejaban de su portero más de veinte metros. Espárrago intentó arreglar la situación con cambios pero, esta vez, pifió. El desorden se apoderó de los locales y en dos minutos Cani y Ewerthon sacaron los colores a un equipo que ya ha tirado por la borda demasiadas ocasiones para asegurarse una segunda vuelta sin sobresaltos.