Errores
La historia del error es tan antigua como la humanidad. Ya saben aquello que decía Cicerón: Errare humanum est. En buena medida, el error es un accidente imprescindible para que el conocimiento avance y se supere. De las equivocaciones se aprende, se trate de errores filosóficos, como el de concepto; matemáticos, como los de medición o cuantificación; estadísticos, como el error aleatorio; o jurídicos, como ese error obstativo del Código Civil que alude a una discrepancia inconsciente entre declaración y voluntad por la que se dice algo diferente a lo que en realidad se pretende. La casuística es variada: hay errores relativos o sistemáticos, errores tipo, de formato, de hecho o de derecho, errores horrorosos... Y errores de categoría, como el error fatal, con sus irreversibles consecuencias. Cuentan que fue en Venecia, a finales del siglo XV, en las páginas de una edición de Juvenal donde se inició la venerable tradición impresora de la fe de erratas. Una tradición que, con el tiempo, se trasladó a la prensa. El periódico que el lector tiene entre sus manos fue uno de los primeros en sistematizar una sección de fe de errores entre los rotativos españoles, siguiendo la estela de grandes diarios como Le Monde o The New York Times, que presume de ser la cabecera que más espacio dedica a dar cuenta de sus deslices. La irrupción de Internet ha permitido que desde encomiables blogs como malaprensa.com se denuncien "errores y chapuzas de la prensa española", para acicate de periodistas despistados y medios poco cuidadosos. Sin embargo, el error funciona también, a veces, como coartada de las más vergonzosas falsedades. Baste recordar que lo han utilizado de excusa algunos responsables de plagios flagrantes puestos en evidencia. Contra lo que pueda creerse, no está todo inventado y la innovación no cesa, tampoco en este campo. Lo demuestra la decisión del Consell el pasado viernes de "corregir", cuando ya está vencido el plazo de enmiendas, una ley de acompañamiento que retoca otra ley para eximir a los promotores de compensar millones de metros cuadrados en proyectos urbanísticos. Era sabido que el diario oficial es un instrumento del poder ejecutivo, pero hasta ahora nadie había caído tan bajo como para gobernar desde la fe de errores.
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