La preocupación comunitaria
La decisión británica de presentar su propuesta de perspectivas financieras para la Unión Europea el próximo lunes, diez días escasos antes de la celebración de la cumbre comunitaria, no es una buena señal con vistas a los intereses españoles. Habrá realmente poco tiempo para negociar, y si finalmente no se puede llegar a un acuerdo, a la actual crisis comunitaria, institucional, se sumará otra, financiera. La crisis con mayúsculas, asegura un experto comunitario.
Si no hay acuerdo, el reparto de los fondos estructurales se hará además con las nuevas estadísticas de 2006: Castilla-La Mancha y Galicia, que se salvarían de la quema con los datos actuales, pasarían muchas más dificultades para mantenerse con las estadísticas del próximo semestre.
Aunque España ha podido dar la impresión de estar absorta en temas internos, la UE sabe que no puede aceptar un agujero presupuestario como el de Blair
Los datos revelados hasta ahora por la presidencia británica son poco alentadores. El presidiente de la Comisión, Durão Barroso, ha advertido a Tony Blair que no actúe "como el sheriff de Nottingham", que se comportaba justamente al contrario que su enemigo Robin Hood, "quitando a los pobres para dárselo a los ricos". La Comisión considera que los recortes previstos por Blair perjudicarían sobre todo a los países del Este, nuevos socios, más pobres. El primer ministro británico echa la culpa a Francia (y España) por no querer reducir más los gastos de la Política Agrícola Común (PAC), pero lo cierto es que su posición negociadora no es muy fuerte si al mismo tiempo se sigue negando a que se recorte el llamado cheque británico, los cinco mil y pico millones de euros que recibe cada año para compensar su menor aprovechamiento de la PAC (una cifra a la que España contribuye, aunque pocos sean conscientes de ello, con unos 700 millones de euros).
Muchos piensan que Tony Blair está bastante maniatado por su ministro de Economía, George Brown, en quien el Partido Laborista ha puesto ya sus ojos como sucesor, y que no está dispuesto, de ninguna manera, a presentarse a las próximas elecciones como el que devolvió a la UE el dinero ganado por Margaret Thatcher. Blair, afirman esos expertos comunitarios, está francamente debilitado en política interna y su papel como presidente de turno de la UE ha sido casi inexistente.
La posición española es complicada. Aunque España haya podido dar la impresión de estar distraída y absorta en cuestiones internas que la Unión Europea ni siquiera entiende, la realidad es que todo el mundo sabe que están en juego cuestiones muy importantes: sobre todo, la posibilidad de experimentar un agujero presupuestario de proporciones sensibles. Una cosa es aceptar una reducción progresiva de fondos comunitarios que suponga unas décimas de PIB por año, y otra, un recorte de un punto entero de un solo envite.
Engancharse a Merkel
Si Blair fracasa, la siguiente presidencia de la UE corresponderá a Austria. Algunos especialistas consideran que si no hay acuerdo será quizá el momento de hacerse algunas preguntas básicas, entre ellas si los países de la zona euro no deberían avanzar por su cuenta. La alianza Chirac-Schröder fue meramente defensiva, pero ahora ha llegado al poder en Alemania una primera ministra democristiana, Angela Merkel, que recoge la mejor tradición europeísta de su país. Algunos responsables de la política europea de España creen que éste sería el momento de "engancharse" a Merkel, y agradecieron como agua de mayo su reciente referencia a las buenas relaciones que mantuvo su mentor, Helmut Kohl, con Madrid.
La nueva canciller preside un Gobierno de coalición en el que ella representa el sector más proatlantista de Alemania. Aun así, Merkel ha demostrado mucha más firmeza frente a George Bush y las operaciones de la CIA en Europa -"debe aclarar las sospechas"- que el Gobierno británico. La carta que el ministro de Exteriores británico, Jack Straw, envió esta semana a su colega norteamericana reconocía paladinamente que necesitaba "clarificaciones para apaciguar" (sic) a la opinión pública europea.
No hay ninguna razón, estiman en Madrid, por la que el Gobierno español no pueda intentar revitalizar la conexión alemana que tan buenos resultados dio en el pasado, y que, reconocen, llevaba algún tiempo adormecida. La tranquilidad de la moneda única, el euro (que no comparten 13 de los 25 países miembros, incluido el Reino Unido), exige, según la mayoría de los expertos, nuevas iniciativas que no pueden postergarse a la espera de lo que quiera George Brown. España confía en que Alemania encabece la reacción en defensa de la divisa.
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