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Entrevista:MARÍA CRUZ ALTABERT CUEVAS | Escritora aficionada

"Mi padre estaba condenado de antemano"

Miquel Alberola

Pregunta. ¿Cuántos años tenía cuando fusilaron a su padre?

Respuesta. Todavía no había cumplido los doce.

P. ¿Cómo lo vivió?

R. Con mucha ignorancia. Hay que tener en cuenta que una niña de esa edad no tiene capacidad de relación. Se entera de las cosas, pero no sabe por qué. No me ocultaron nada, pero no tenía capacidad de relación.

P. ¿Quién era su padre?

R. Un maestro. Vicente Altabert. Era una persona muy formada, su pensamiento era libre, tenía una capacidad de palabra preciosa. Todos me lo han descrito como una persona muy preocupada por las criaturas. Incluso uno de sus alumnos de Benissoda, que ya es un yayo, me dijo que cuando se enteró de lo que le había pasado a su maestro decidió no volver más a la escuela.

P. Vivió muchos años sin conocer los detalles de la muerte de su padre.

R. Toda la vida, hasta que hace unos años en la feria del libro en Valencia vi el nombre de mi padre en las listas de fusilados publicadas por el investigador Vicent Gabarda. A partir de ahí tuve un deseo muy grande de investigar. Todas las pruebas que he ido recogiendo me han redondeado más la idea que ya tenía de mi padre.

P. ¿Fue muy costoso reconstruir el caso?

R. Sí, aunque tuve suerte. Es como si me llevaran de la mano. Fui de Gobierno Militar a los cuarteles de la Alameda y de allí me mandaron a los jueces togados, que son los que tenían los archivos militares.

P. ¿Qué decía el expediente?

R. Que era una mala persona, y a las personas que lo atestiguaban, mi padre no había hecho sino ayudarlas. Le atribuían todos los delitos que les daba la gana. Buscaron un modo de involucrarlo porque no tenían nada. Lo acusaron de haber inducido a dos fulanos a que mataran a un cura. Y no está claro ni que ellos lo hicieran. Les arrancaron las declaraciones bajo tortura. Además, en el expediente no pone ni siquiera el nombre del cura. Los informes están plagados de incongruencias y errores.

P. Su padre, por el contrario, era muy religioso.

R. Sí, no tenía ni pies ni cabeza la acusación. Toda la familia era profundamente religiosa, pero no de los que hacen demostraciones de ello, sino de los que viven la religión como se debe. Entender el proceso me ha dado muchos quebraderos de cabeza.

P. ¿Pertenecía a algún partido?

R. Se apuntó en vísperas de la guerra a Izquierda Republicana. Él consideraba que no debía pertenecer a ningún partido. El magisterio era para él una cosa muy seria, una especie de sacerdocio como dijo Nicolau Primitiu, que debía de estar al margen de los partidos, sin embargo coaccionado por un delegado de distrito de este partido con la promesa que se fallaría a su favor un recurso tributario impuesto por el Ayuntamiento de Benissoda a los maestros, accedió.

P. Perteneció al Comité de Albaida.

R. Sí, pero él no estaba conforme con los movimientos revolucionarios. Procuró para que Albaida no tuviera mal recuerdo de nada de lo que allí pasara. Incluso, junto al pintor José Segrelles, salvó imágenes de varias iglesias. Pero estaba condenado a muerte de antemano. Escribió una carta a Franco antes de ser fusilado donde le pedía que procurara una educación para los hijos y defendiera los derechos de la mujer, pero la familia nunca se la mandó. ¿Para qué? ¿Para hacer reír?

P. ¿Qué satisfacciones le ha dado escribir este libro?

R. Muchas. Mi tozudez me ha servido incluso para aprender yo. Mi padre -lo he sabido ahora- es una pieza más derribada sin ningún miramiento en un plan que estaba trazado desde 1937.

EN DOS TRAZOS

A María Cruz Altabert Cuevas (Mislata, 1928) siempre le gustó leer y escribir, aunque no tenía ninguna preparación. La investigación sobre el proceso por el que fue fusilado su padre en Paterna tras la guerra civil cambió el sentido de su vida de ama de casa dedicada a su familia: ahora estudia Humanidades y tiene una irrefrenable ansia de seguir investigando. El resultado de su trabajo es un libro publicado por la Universitat de València, , 'Proceso a un maestro republicano', en el que desenmascara la farsa por la que fue condenado a muerte Vicente Altabert, un maestro educado en un seminario y miembro del comité de Albaida.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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