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Reportaje:

Los habitantes olvidados de Kosovo

La mayoría de los serbios de la provincia viven aislados en el campo y malviven de la agricultura o de pensiones mínimas

Guillermo Altares

La barrera que separa la parte albanesa de la serbia en la aldea de Kos, en el oeste de Kosovo, es invisible, pero nadie la cruza. A un lado se encuentra el pueblo albanés, al otro una serie de núcleos de población, más o menos aislados, en los que viven serbios que han retornado en los últimos meses. Esta pequeña localidad es uno de los reasentamientos que se encuentran en la zona de acción de las tropas españolas de la Kfor (800 militares sobre un total de 17.000 efectivos internacionales). Apenas ha habido incidentes en los últimos tiempos, pero la presencia militar es constante.

Los contactos entre las comunidades son mínimos en este territorio de 1,8 millones de habitantes, en un 90% albaneses y en un 8% serbios. Pero lo que ocurre en Kos y en otras zonas del valle de Osojane no es una excepción sino la regla en esta provincia administrada por la ONU: la mayoría de la población serbia se encuentra repartida en el campo, al igual que los principales monumentos religiosos, entre ellos el Patriarcado de Pec y el monasterio de Decani, patrimonio de la humanidad de la Unesco.

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"Si se fuesen los soldados, nosotros también nos iríamos", asegura Ljubisa Popovic, de 45 años, dueño del bar y único comercio de Osojane, una aldea de unos 400 habitantes situada en un valle precioso en el que se encuentra un destacamento de las tropas españolas. "Todo está tranquilo y nadie nos molesta. No sé cual va a ser la solución, pero para nosotros sería necesario tener libertad para movernos", agrega al ser preguntado sobre el desarrollo de las conversaciones sobre el estatuto final, que empezaron esta semana. Cuando los serbios del campo quieren salir de su zona, en la mayoría de los casos utilizan autobuses blancos de Naciones Unidas con los cristales de plástico, escoltados militarmente hasta hace poco, que llegan hasta Mitrovica Norte, el principal núcleo urbano serbio de población.

La mayoría de los habitantes de la zona sobreviven del campo o de pensiones mínimas y muchos son personas mayores que o no se fueron después de la entrada de las tropas internacionales en 1999 o han ido volviendo con cuentagotas. Según las últimas cifras de la ONU, desde 2000 han regresado sólo 6.440 serbios a sus lugares de origen.

En los monasterios, la situación de aislamiento es similar: aunque no se han producido incidentes en los últimos tiempos, y los líderes políticos kosovares de todo signo insisten en la necesidad de que el patrimonio histórico y religioso sea conservado, los monjes o monjas apenas se mueven y cuentan con severas medidas de seguridad: ante el Patriarcado de Pec o el monasterio de Decani hay blindados italianos 24 horas, mientras que el monasterio de Goriok, que alberga a seis religiosas, está siempre protegido por soldados españoles.

Uno de los informes más exhaustivos sobre la población serbia, elaborado en 2004 por el instituto European Stability Iniciative (ESI), aseguraba: "En Kosovo viven todavía unos 130.000 serbios, una población que representa dos tercios de la que había antes de la guerra. De ella, dos tercios (75.000) viven en zonas de población mayoritaria albanesa. Casi todas las ciudades han sido abandonadas por los serbios, por lo que Mitrovica Norte es el único núcleo urbano. La realidad de los serbios es que se trata de campesinos que viven de una economía de subsistencia en pequeñas comunidades repartidas por Kosovo".

"Es nuestra tierra"

"Hemos vuelto porque es nuestra tierra y nuestra casa", afirma Ruzica Popovic, de 33 años, que en agosto regresó a Kos con su marido, Radovan, y sus cuatro hijos. Sobreviven de la agricultura y de la ayuda humanitaria en una casa recién construida por la cooperación internacional. "En Serbia residíamos en un campo de refugiados y las condiciones de vida eran terribles; pero esperábamos algo mejor a nuestra vuelta", agrega en la puerta de su vivienda que forma un núcleo de población junto a otras casas, también recién terminadas.

El colegio de Kos está al final de un repecho, a unos cientos de metros. Pero allí está la frontera. Los niños deben recorrer un par de kilómetros hasta la escuela de Osojane.

Serbios reasentados en el valle de Osojane, cerca de Istok, zona albanesa de Kosovo vigilada por tropas españolas de la KFOR.
Serbios reasentados en el valle de Osojane, cerca de Istok, zona albanesa de Kosovo vigilada por tropas españolas de la KFOR.ULY MARTÍN

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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