De Suárez a la maleta de Rivaldo
El gallego y el brasileño, junto a Cruyff y Stoichkov, han levantado el trofeo como barcelonistas
Ronaldinho aspira a ser el quinto jugador que levanta el Balón de Oro con la zamarra azulgrana puesta, después de Suárez (1960), Cruyff (1973 y 1974), Stoichkov (1994) y Rivaldo (1999), puesto que tanto Ronaldo (1997) como Figo (2000) se coronaron justamente después de haber abandonado el Camp Nou.
Al gallego Luis Suárez le corresponde el honor de ser el único español que ha levantado el trofeo. "Andreu Mercè Varela [prestigioso periodista catalán que entonces era corresponsal de L?Equipe] me comunicó para mi sorpresa que había ganado el trofeo por delante de futbolistas como Pancho Puskas.
Uwe Seeler o Kopa", recuerda. "No me lo creía. Lo celebramos con una copa en el restaurante que frecuentaba, el Guria; la plantilla me homenajeó con bromas, risotadas y algún que otro abrazo, y la afición me aplaudió mucho. Entonces, sin embargo, no había la repercusión mediática de ahora". La noticia de entonces estaba en la rivalidad entre suaristas y kubalistas.
Rivaldo guarda el trofeo con las camisetas de Raúl, Figo, Beckham y las botas de la 'chilena' al Valencia
Interior exquisito, elegante y preciso, Suárez fue traspasado al año siguiente al Inter por la cifra récord de 25 millones de pesetas y no volvió a ganar el trofeo para su disgusto porque su currículo en Italia le avalaba. "Me enfadé, no por los triunfos de Sivori o Law, sino porque no entendí el criterio", prosigue. "Tampoco se lo han dado a Maldini. Ronaldinho, en cualquier caso, lo merece: es un jugador que llega al público y, salvo en el juego de cabeza, es un futbolista diez. Lo tiene todo: la técnica, la velocidad, la visión, la calidad..."
Johan Cruyff triunfó en el Ajax y también en el Barcelona. Todavía hoy se recuerda en el club azulgrana el impacto que tuvo su fútbol, expresado en el 0-5 alcanzado en Chamartín o en el gol que le metió a Reina en el Camp Nou. Más que por la Liga, que también, el as volador llevó al Barça al escaparate europeo por un juego moderno y total, que tuvo continuidad años después como entrenador del dream team, el equipo que consiguió la Copa de Europa para el club catalán.
"Fue el momento más importante de mi carrera", cuenta Hristo Stoichkov, que precisamente le puso el punto de picante al equipo armado por Cruyff en los noventa. "Me sentía el mejor del mundo. Y es que, además, Bulgaria quedó la cuarta en el Mundial". "Ahora quien marca las diferencias es Ronaldinho", añade. "Es un jugador diferente".
Igual que su compatriota Rivaldo, un jugador que, sin embargo, actuaba como un gran solista, circunstancia que le llevó a enfrentarse con Louis van Gaal. A unos 160 kilómetros de São Paulo, en la pequeña ciudad de Mogi Mirim, Rivaldo (Paulista, Brasil, 1972), ha construido su santuario particular. Allí, en una urbanización cerrada, el actual delantero del Olympiakos guarda, enmarcados, sus más preciados trofeos: una camiseta de Raúl con la selección, la que Figo lució en el Camp Nou la primera vez que actuó como jugador del Madrid, otra de Beckham cuando aún jugaba con el Manchester, las botas con las que le marcó la famosa chilena al Valencia, el trofeo que le concedió la FIFA como mejor jugador del mundo y el Balón de Oro por delante de Beckham. Tras marcar 32 goles, el brasileño acababa de ganar la Liga y la Copa América. Rivaldo justificaba así los 4.000 millones de pesetas que Josep Lluís Núñez había desembolsado en 1997 para birlárselo al Deportivo y convertirlo, de paso, en el entonces fichaje más caro del fútbol español. "Estoy muy contento porque el Balón de Oro premia mi esfuerzo y la ayuda de mis compañeros", afirmó Rivaldo.
La noticia se la había dado, unos días antes Manuel Ausset, su abogado y asesor personal. "Recuerdo que se volvió loco. Estaba muy feliz. No se lo esperaba. Pensaba que se lo llevaría Beckham", cuenta Ausset. Tan contento estaba Rivaldo que enseguida llamó a Candamí, un prestigioso joyero de A Coruña, y le encargó unas 30 reproducciones del galardón en oro y miniatura. Unos días más tarde, las repartía entre el vestuario del Barça, incluido el conductor del autocar, en señal de agradecimiento. También sus amigos recibieron fotos firmadas.
Admirado por sus goles, sus rabonas y chilenas -y en especial la que realizó ante el Valencia, en la última jornada de la Liga, y permitió al Barça clasificarse para la Copa de Europa-, molestó su actitud fuera del campo y sus conflictos con Van Gaal y Núñez. Así que, en 2002, con el regreso de Van Gaal, Patapalo -como se le conocía en su infancia- emigró a Milán. Y con él, su Balón de Oro. Tanto aprecio le tenía que, durante años, en cada traslado, el trofeo viajó en su equipaje de mano.
En 2000 se expuso en los Juegos de Sidney y, cuando lo recuperó, como estaba rayado, mandó que le dieran un baño para restaurarlo. En sus horas bajas en Milán, Shevchenko le recordó: "Riva, el único balón de oro de este vestuario eres tú. ¡Levanta la cabeza!". Pero Rivaldo había iniciado su declive.
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