Nostalgia de Mr. Hyde
"¡Kiiiiiiinnnooooooo, Kiiiiiiiiiinnnoooooo!". Se apagaron los altavoces y el público de Old Trafford entonó el canto por última vez. El canto de Keno. El canto al tirano ausente, el ídolo de la grada, Roy Keane. El irlandés fue despedido la semana pasada por emitir críticas violentas y en público sobre sus ahora ex compañeros. El del Villarreal fue el primer partido que el Manchester jugó en su campo sin su viejo capitán. Y el público le dedicó un homenaje oficioso. Oficioso y breve. Apenas un minuto de ruido y una pancarta en el anillo: "Keane 1993-2005 Leyenda Roja".
Se fue Keane después de acusar a todos sus compañeros de algún pecado. A falta de cargos más graves, al actual capitán, Ruud van Nistelrooy, lo señaló amargamente por "juguetear con su pelo ante las cámaras". Pero el vestuario no reaccionó. Al contrario, sus compañeros se mostraron sumisos y comprensivos con el líder. El que sí tomó medidas fue Alex Ferguson. El director técnico del Manchester sintió que Keane actuaba con premeditación. Le dejó de ver como su mano derecha y se le presentó como un conspirador. Un hombre dispuesto a cualquier cosa con tal de crear una brecha que desestabilizase el poco espacio de poder que le queda en el club. Keane, de 34 años, nunca ocultó su ambición de llegar a ser el entrenador del Manchester. Lo que nadie se esperaba es un asalto tan prematuro al banquillo. Esto es lo que vislumbró Ferguson. Por eso lo despidió. Y por eso, ayer, Old Trafford celebró un pequeño homenaje oficioso al gran capitán, el hombre que lideró al Manchester hasta ganar la Copa de Europa con una inolvidable semifinal contra el Juventus en Delle Alpi. El jugador que se tuvo que perder por sanción la final disputada en el Camp Nou ante el Bayern Múnich, aquella mítica remontada del Manchester en los minutos de descuento, pero que lideró a sus compañeros con un discurso recordado por todos en el vestuario.
Al Villarreal le tocó presenciar el homenaje en directo. En cierto modo, le tocó disfrutar del terreno baldío que dejó Keane en el centro del campo del Manchester.
El viejo Paul Scholes tuvo que nadar solo en medio de la marea amarilla. A la espera de que Ferguson se decida entre Ballack, Duscher y Mascherano, Scholes, media punta o segunda punta, debe hacerse cargo a sus 31 años de la conducción de todo el juego del Manchester. A su alrededor no hay nadie que inicie la jugada: ni Ferdinand, ni el pobre Smith, ni O'Shea están en condiciones. Y el Manchester lo siente. Lo siente porque su juego es irregular y porque ya nadie, excepto Ferguson, tiraniza a los jugadores en el vestuario. Ya nadie recibe esa palmadita cariñosa. O ese violento puñetazo, que para todo estaba Keno. Como dice un empleado del club, se fue "el doctor Jekyll y Mr. Hyde".
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