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Entrevista:DANIEL GIRALT-MIRACLE | Crítico de arte

"Soy un optimista pragmático"

Pocas personas, si existe alguna, podrán presumir de haber visto perder los estribos a Daniel Giralt-Miracle (Barcelona, 1944). Educado, sonriente y dialogante incluso en las situaciones más críticas, lleva casi cuatro décadas ejerciendo una intensa difusión del arte, la arquitectura y el diseño en todos los medios posibles. Estuvo al frente del servicio de artes plásticas del Departamento de Cultura entre 1982 y 1987; fue el comisario de la histórica exposición Avantguardes a Catalunya, en 1992, y también del Año Gaudí en 2002; sufrió el polémico nacimiento del Macba como director entre 1989 y 1994 y lleva 40 años ejerciendo la crítica de arte. Acaba de donar su biblioteca a la Escuela de Arte y Superior de Diseño de Vic, y la editorial Eumo publica una selección de sus críticas de arte, que ha titulado Crítica i crítiques. Escrits d'art y se presenta esta tarde (19.30 horas) en la Fundación Tàpies de Barcelona.

Un libro recoge una selección de las críticas de arte que ha escrito a lo largo de 40 años

"Creo que tengo un sentido positivo de la existencia", comenta Giralt-Miracle sentado en la gran nave que aún alberga esta biblioteca, realizada a golpe de años y viajes, en la que tiene su estudio, en el barrio de Gràcia de Barcelona. "Pero no soy un optimista naïf, soy un optimista pragmático. Intento acumular los momentos que me parecen creativos para mi país y procuro no desanimarme. La dirección del Macba fue una de las etapas más difíciles de mi vida, pero también ha sido un motivo de gran satisfacción". Reconoce que el modelo de museo que hay no es el que él hubiera hecho -"hubiera conectado con la colección del MNAC", dice-, pero se alegra de que el centro haya adquirido "personalidad propia que aporta a la cultura barcelonesa una conexión con la radicalidad contemporánea que no hubiera existido, porque en Barcelona tendemos al historicismo".

En el prólogo del libro que ahora presenta, Vicenç Altaió lo define como "el diplomático del arte catalán", y él se reconoce cómodo en este papel de mediador. "Siempre he tenido que mediar. Creo que es algo que me viene de herencia porque mi padre [el diseñador Ricard Giralt- Miracle] ya era un hombre abierto que escuchaba y respetaba a todo el mundo. También puede ser por educación o porque es mi manera de ser. Cuando la gente se pone muy nerviosa no sé por qué química interna a mí esto me provoca más serenidad, y así se consigue enfriar la agresividad".

Los escritos que recoge el libro son ejemplo también de su voluntad conciliadora. Puede ser directo y crítico, pero jamás agresivo. "Nunca he escrito de una exposición sin haberla visto, de un artista sin conocerlo ni me he atrevido a juzgar sin pasar antes por el tamiz de mi sentimiento. Pero no quiero pontificar. Opinar sí, pero no plantearlo como una opción beligerante, sino como una opinión personal. No me gusta decir que hay verdades únicas".

El libro tiene una organización personal que, reconoce, responde a su mente cartesiana y a su voluntad de narrar en cierta manera el flujo personal de su trayectoria a partir de los críticos y los artistas que ha ido conociendo. Dividido en dos bloques, dedica el primero a los críticos que le han influido o marcado con una selección de los escritos que elaboró en distintos momentos sobre distintos personajes: Eugeni d'Ors, Alexandre Cirici, Santos Torroella, José Corredor-Matheos y Gillo Dorfles. El segundo, más amplio, lo dedica a los artistas organizados por cronología histórica más que por la fecha en la que publicó los escritos, que es muy variada aunque abundan los de los últimos 15 años. Sus reflexiones sobre las obras de Gargallo, Gaudí, Calder, Miró, Clavé, Tàpies, Català-Roca, Millares, Guinovart, Miralda, Broto y Eulàlia Valldosera, por citar algunos, se publicaron en diarios, revistas o catálogos, pero en todos ellos intenta situar al lector en la obra y el contexto del artista antes que ofrecer visiones líricas o filosóficas.

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"Toda la vida me ha interesado el didactismo", comenta. "Cuando empecé, hace casi 40 años, la crítica de arte era muy oscura, con una terminología muy filosófica y una retórica exagerada. Yo provengo de otra generación, tal vez sea mi educación en la escuela suiza o la tradición novecentista, pero me interesaba ser claro y didáctico".

Desconcierto de la crítica

Daniel Giralt-Miracle sabe que la crítica de arte está cada vez más cuestionada y no tiene la influencia que pudo tener hace décadas. "La crítica es un reflejo de las oscilaciones del gusto y de los movimientos de la sociedad, y ahora estamos en un momento de gran desconcierto social, estamos todos perplejos por lo que está pasando. Además, después de la posmodernidad se han roto los esquemas y se han desdibujado las fronteras entre las disciplinas profesionales, lo cual plantea la posibilidades de afrontar aventuras intelectuales más amplias que hacen cada vez más absurdo el encerrarse solo en la crítica de arte como si fuera un castillo alejado de la realidad del mundo".

Giralt-Miracle apunta otra razón de esta crisis: "El juego de las vanguardias ha llegado al límite. Ya no se puede rizar más el rizo. El vocabulario artístico y los recursos técnicos han aumentado mucho y tenemos infinitas posibilidades. En este sentido, pienso que vivimos un momento de crisis positiva. Hay tantos caminos abiertos que el problema es que no se sabe qué hacer, hacia dónde ir. En este sentido, el arte no ha muerto, como dicen algunos, pero sí ha muerto la escolástica del arte. Los críticos lo primero que tienen que hacer es cuestionarse la crítica, y esto supone todo lo contrario que continuar funcionando mediante decálogos sobre lo que es y no es arte. Yo, por ejemplo, he tenido últimamente más experiencias artísticas con puestas en escena de espectáculos como las de Pina Baus o Jaume Plensa para La Fura que con exposiciones".

Con la mirada risueña que le caracteriza, Giralt dice que los jóvenes ahora tienen "más capacidad exploratoria", aunque a él inquietud para adentrarse en nuevos temas no le falta. "Tal vez lo que pasa es que la crítica literaria está en declive y en el futuro las mejores serán audiovisuales, es un nuevo camino que explorar. Este ensayismo breve, en ocasiones laudatorio y con un alto grado de frases hechas, no interesa a nadie. Los críticos hemos llegado a un manierismo excesivo y tenemos que encontrar otros medios".

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