El descubrimiento del miedo
Bilbao, futbolísticamente, vive con miedo; Vitoria, también. Curioso: hace unos meses, el Athletic era líder y el presidente, Fernando Lamikiz, para cautivar a la grada, sugirió que la Liga podría acabar así. Dimitri Piterman, fiel a sí mismo, también dijo que el objetivo del Alavés era luchar por el título de Liga. Hoy, ambos cierran la tabla de clasificación y han calificado su partido en San Mamés como una de las muchas finales que les quedan por jugar. Conclusión: los presidentes deberían dejar hablar a los futbolistas y entrenadores y economizar sus palabras con la misma fe que economizan sus cuentas. Los presidentes suelen saber de fútbol lo justo, pero extrañamente en España tienen un protagonismo descomunal. Mal asunto. Ni los presidentes, ni los árbitros suelen saber de ésto. Ni han sido futbolistas, ni entrenadores. Saben de lo suyo y les puede el candor de las cámaras y los micrófonos.
El máximo ejemplo, aunque no el único, es Dimitri Piterman. El empresario ucraniano sólo conoce del fútbol las reglas básicas, pero cree que sus cursillos psicológicos no sólo solventan sus carencias futbolísticas sino que los éxitos le pertenecen. Contrata y fulmina supuestos entrenadores porque él siempre está detrás o delante, según le apetezca. Él decide quién da la rueda de prensa, quién habla a quién y quién no habla; y, sobre todo, quién calla. No se sabe lo que pensarán los jugadores del Alavés de la mordaza de Piterman cuando le han visto conceder esta semana entrevistas a granel. Piterman, que mantiene acciones en el Racing, con lo cual es accionista de dos equipos de la misma competición (dudosa situación), no es el presidente del Alavés, sino el dueño de un club que maneja a su antojo y al que por cierto el pasado año le acompañó el éxito con el ascenso, asunto innegable. Hay un asunto curioso de Piterman del que cada cual puede extraer sus propìas conclusiones: quería vender la cantera del Alavés al Athletic y, sin embargo, se ocupa en escarbar la cantera de los equipos menores de Francia o África.
El Athletic es un caso distinto. Hace años que no se planteaba la posibilidad de un descenso y ahora parece un debate monotemático. Hasta Clemente, nada sospechoso de pesimismo, ha alertado de los riesgos de la actual situación. Lamikiz ha apostado por sus conocimientos futbolísticos, pero sobre todo por su capacidad de persuasión. Hoy el rubio vuelve a San Mamés, por tercera vez dando muestras de tranquilidad, de calma y de sensatez. Aún no ha alzado la voz, pero Clemente tiene alma de guepardo: arranca en un instante a velocidad de vértigo y ya no le para nadie. La verdad es que dos equipos llamados al éxito por sus presidentes afrontan una final de miedo. Y es que las líneas que separan lo uno de lo otro son más delgadas que la cal del campo.
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