Un espacio, múltiples usos
Barcelona propone paseos por los interiores de manzana recuperados en el Eixample
Once de la mañana. Abuelas y canguros con niños de poco más de un año al sol. Mediodía. Adolescentes del instituto próximo ocupan los bancos para charlar. Tres de la tarde. Oficinistas optan por comer un bocadillo leyendo la prensa. Cuatro y media de la tarde. Una algarabía de chavales toman los juegos infantiles. Siete de la tarde. Otra vez son los adolescentes los que vuelven a sentarse en los bancos en grupos. Y, en las noches de verano, el juego del ratón y el gato entre los vigilantes que cierran los jardines y algunos jóvenes que se resisten a salir. Son algunos de los múltiples usos que se dan en los interiores de manzana del Eixample. No los únicos porque su ritmo vital depende, en buena medida, del tipo de actividades que hay alrededor. Si hay guarderías en las inmediaciones, son los más pequeños los que reinan por las mañanas. Si hay un geriátrico, las cuidadoras toman el sol con los abuelos. Cada isla es un mundo.
Son pequeños espacios en medio de la densa trama del Eixample barcelonés que sirven de válvula de escape. No sólo para los residentes de las manzanas -que tienen la ventaja de asomarse a un espacio más o menos ajardinado pero libre de almacenes y construcciones-, sino para el entorno más próximo. El lado malo de la moneda es que son espacios que no se libran de las gamberradas y cuyo mantenimiento es, a veces, más que discutible, sobre todo porque los perros, muchas veces, campan a sus anchas. Con todo lo que ello supone.
El distrito central de Barcelona ha ganado con esas intervenciones -muchas veces de cirugía urbana- algo más de 75.000 metros cuadrados, lo que equivale a siete manzanas y media del Eixample en un distrito que durante años sólo ha tenido un gran parque: el del Escorxador. Las recuperaciones se iniciaron a finales de la década de los ochenta y han ido cogiendo ritmo desde mediados de la década de los noventa. Actualmente hay 28 interiores de manzana recuperados. Su tamaño es variable y oscila entre los 400 metros cuadrados de los más pequeños y los 2.000 metros de los mayores. Para el año 2006 está previsto que culminen las obras de cuatro interiores más, lo cual supondrá 4.795 metros cuadrados. Un año después, de acuerdo con las previsiones de Proeixample -la empresa municipal que realiza la gestión-, se habrán concluido otros siete con casi 9.500 metros cuadrados. Estas pequeñas manchas verdes han dado pie a la propuesta de itinerarios entre los interiores de manzana recuperados de las diferentes partes del Eixample. Unos paseos de dos horas con edificios, pasajes o esculturas señalados como puntos de interés.
Sin fecha en el calendario hay otros cuatro interiores más en cartera. Esta indeterminación obedece, en parte, a que quienes se encargan de la recuperación de estos espacios son promotores privados, ya que el mercado inmobiliario ha mostrado interés porque es una forma de añadir valor a los pisos, a veces hasta del 20%. Si hace dos años eran cuatro los interiores de manzana en proceseo de recuperación por iniciativa de constructores, esa cifra se ha duplicado.
El coste medio de la urbanización de un interior de manzana es de 170 euros por metro cuadrado: acondicionar, pavimentar, instalar mobiliario, material para juegos infantiles y jardinería. El desembolso que supone el derribo de las construcciones anteriores y de la gestión urbanística previa depende de cada caso. En algunos interiores de manzana que se recuperan por iniciativa privada, por ejemplo, son los constructores quienes costean los gastos de acondicionamiento, y los servicios municipales se encargan del mantenimiento posterior.
El último de la lista, los jardines de Helena Maseras, se han ganado por un acuerdo con la ampliación del hospital Clínico.
Poco a poco, el Eixample ha ido robando pequeñas áreas al asfalto en el interior de sus manzanas. Está lejos de lo que ideó su creador, el urbanista Ildefons Cerdà, pero es una forma de hacer más amable la jungla urbana.
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