_
_
_
_
Reportaje:PASEOS

Encantador y misterioso

El autor recorre la histórica ciudad costera de Conil, un lugar que define como "paisaje adoptivo"

Cuando quieres escribir sobre paisajes adoptivos, que no te pertenecen por nacimiento, te enfrentas a un desafío peculiar. Por una parte, te asalta la inseguridad de equivocarte y contrariar a los lugareños. Pero por otra, te inunda el placer del reto, junto a la independencia del tópico. Cargado con estas contradictorias alforjas, emprendo un recorrido que me llevará a Conil de la Frontera, encantadora población gaditana levantada sobre un remoto pasado fenicio, romano y árabe, pero del que se carece de datos precisos, con excepción de contados hallazgos de tumbas, alguna moneda romana y poco más.

La visita puede iniciarse, tanto si se viene de Cádiz como de Algeciras, desde El Colorado, por el desvío a Roche, que parte de la actual N 340, futura A-48 que se abrirá al tráfico en 2006.

Hay otro acceso por el norte, más rústico pero grandioso: es el camino pavimentado que viene de Sancti Petri y Chiclana y que empalma con la Avenida España o la Avenida Europa de la urbanización. Ésta última, iniciada hace 35 años, hoy cuenta con 1.500 propietarios de parcelas y solares, de los que ya 1.200 están construidos y bellamente ajardinados, aprovechando los crecidos pinares preexistentes. De una variedad considerable de estilos, en los chalés prima el falso-andaluz, con ventanas enrejadas muy adornadas, cornisas y molduras y techos de teja. Inspirado en el cortijo tradicional, se chismorrea que siguen el gusto de los nuevos ricos de los ochenta y noventa, porque representaba su venganza contra la explotación que como campesinos sufrieron de los señoritos latifundistas.

Al llegar a la urbanización, las playas de Roche se quiebran en calas agrestes e íntimas de inigualable hermosura. Siguiendo hacia el sur, ya al término de la zona urbana y a lo largo de un kilómetro, se descubren cinco, refugio de parejas jóvenes y de no pocos nudistas, protegidas por acantilados imponentes provistos de escalones que descienden hasta el mar y donde los visitantes improvisan aparcamientos cuando se ocupan los existentes. Llegamos así hasta el Faro de Roche, construido sobre una torre defensiva del litoral que data del siglo XVI. Es sobrecogedor contemplar, desde el mirador construido al borde del despeñadero, el inmenso océano y las rompientes, que a la hora del ocaso se tiñen de rojo intenso.

Desde allí destaca, a la izquierda, el puerto pesquero de Conil, con una majestuosa vista del pueblo más allá de la rada, desgranándose hasta el mar. Rebaso el Faro con sólo continuar por la misma carretera inicial, que sigue serpenteando con suavidad por el suburbio de Viejo Roche, poblado de granjas en medio de colinas que van a dar al mar. Pasado el cementerio, desemboco muy pronto en la rotonda que marca el inicio de la calle Rosa de los Vientos, zona donde recomiendo dejar el coche.

A pie por la mencionada calle, observo a ambos lados los múltiples comercios, con vistosos escaparates, dejando a mi derecha el mercado de abastos, que recomiendo visitar por su oferta de productos del mar y de esta tierra feraz, famosa por sus legumbres y frutas. Doblo a la derecha por calle Carretera/San Sebastián, bajando hasta la Puerta de la Villa. Aquí me detengo a reponer fuerzas, bebiendo una fresca cerveza con alguna de las exquisitas tapas que ofrece el Bar Los Hermanos, en la esquina de Prieta con Virgen. Recuperado, doy unos pasos a la izquierda por Pascual Junquera para admirar la barroca Iglesia y Hospicio de La Misericordia, de la que embelesa su fachada roja y blanca, para seguir, pasando bajo el pintoresco arco central, hasta la Plaza de España, con su hermosa fuente, corazón del Conil viejo, antaño lugar de manifestaciones y paseos en redondo.

Giro por Gabino Aranda y bajo por Velarde, cruzando animadas terrazas y bares de calle Hospital, para seguir por Cárcel y caer de frente sobre la Torre de Guzmán, construida en el más puro estilo militar del XIV al XV, y que comparte con la Iglesia de Santa Catalina la amplia explanada de su ubicación. Desciendo hasta el acogedor Paseo empalmerado que discurre junto a las playas de Bateles y Fontanillas y me reencuentro con el Atlántico, espléndido y bramador.

Puedo comer en uno de los simpáticos establecimientos del Paseo y, después de una deliciosa sobremesa, vuelvo sobre mis pasos y me pierdo por el enjambre de callecitas adyacentes, que me muestran sus casas casi siempre abiertas, símbolo de la amistosa disposición de los vecinos, amables y acogedores. Y me despido de Conil con una mirada en redondo desde un alto, saludando de lejos al río Salado y a las suaves colinas deslindadas por chumberas y acebuches.

Aficionado a la ciencia del lenguaje, no puedo terminar sin prevenir a los incautos sobre el habla conileña . Porque si el andaluz es una variante del castellano, el conileño es un dialecto del primero, que asombra por su singularidad. Porque seis es sái, anteayer es antier, y ¡caramba! es !fuaera!, y todo cantado y rápido, sin articular casi las sílabas. Un botón: dos amigos en un descapotable se detienen en un semáforo. Dos saladas muchachas conileñas los observan y una, sorprendida, exclama: "¡Fuaera! ¡Un carro sin tapaera!" Cosas como ésta sólo pasan en la gaditana Conil de la Frontera.

- Para visitar: Iglesia de Santa Catalina (actualmente en rehabilitación); la Torre de Guzmán y la Iglesia de la Misericordia.

- Para tapear: Bar Los Hermanos, contiguo a la Puerta de la Villa y los múltiples bares y chiringuitos en Hospital y junto a las playas.

- Para comer: Restaurantes: El Timón de Roche, con preciosa vista sobre una cala de Roche; y en Conil, Blanco y Verde, carnes y pescados y platos típicos y El Roqueo, en Fontanilla.

- Para dormir: Hoteles Costa Conil, Fuerte Conil y Conil Park, todos en La Fontanilla; Hotel Oasis, en Carril de la Fuente y varios hoteles y hostales de diversa categoría.

Gonzalo Figueroa es abogado, escritor y columnista. Autor de un poemario, Contraseñas y de La Cornucopia, selección de artículos periodísticos publicados en el Diario de Cádiz.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_