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Columna
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Incrustaciones

Hay veces en que la realidad se vuelve tan incomprensible que uno se resiste a formar parte de ella, pero lo malo de nuestro tiempo es que resulta imposible escapar de ese teatro, ya que los medios de comunicación están ahí para contar la realidad, y retratarla, e incluso desdoblarla en una segunda versión virtual, tan eficaz como la primera. En efecto, escapar de la realidad resulta hoy día más difícil que en el pasado, donde era posible entregarse a la experiencia mística o convertirse en ermitaño de por vida. Por desgracia, ya ni siquiera esto es posible: uno se vuelve ermitaño y las campas cercanas a su celda están llenas de aparcamientos y barbacoas, mientras que en las verdes riberas de San Juan de la Cruz seguramente han instalado un negocio de alquiler de canoas.

En otro siglo era posible escapar de la realidad. Entonces no existía el periódico diario, ni el informativo de las nueve, ni siquiera esos periódicos gratuitos que distribuye a la puerta del metro un ejército de esclavos y cuya entrega la ciudadanía nunca tiene el coraje de evitar. En definitiva, estamos atrapados por la realidad. Si antes los seres humanos se emplazaban en un tiempo y en un lugar concretos, nosotros, muy al contrario, nos incrustamos en el tiempo y el lugar. No es mala metáfora, la de la incrustación, para explicar lo que nos pasa. Habida cuenta de lo prietas que suelen estar las agendas de trabajo y los vagones de metro, habida cuenta del tamaño de los apartamentos y de los platos de las duchas, nuestro presente y nuestro futuro se parecen a unas lata de sardinas.

Y siendo unas sardinas, y viviendo en la lata, no hay modo de zafarse de la artera realidad y de su ejército de voceros. Dice el periódico del día (ese día que podría haber sido cualquier otro) que el cantante de epidermis macilenta Michael Jackson fue sorprendido en el interior de un baño de mujeres en Dubai, cubierto de pies a cabeza con una túnica femenina. Al ser descubierto, nuestro héroe, que actualmente reside en Bahrein, decidió esconderse en una librería, pero aún así no pudo esquivar a un batallón de curiosos.

Creo que Michael Jackson representa como nadie el efecto globalizador que experimenta el planeta, si bien el feliz mestizaje racial de las nuevas generaciones nada tiene que ver con la indescifrable faz de Michael, un prodigio de la química para el que habría que rescatar el adjetivo eusquérico urdina, que hoy en día se traduce como "azul", pero que en su neolítica semántica original quería decir "el color de Michael Jackson". Y si Jackson representa lo global nada como analizar esta última y recientísima noticia que nos llega acerca de su azaroso peregrinar por el planeta.

Habría que notar el cúmulo de trazos narrativos que configura, a la postre, una historia intergaláctica. Obsérvese que Michael está en Dubai, lo que no tiene nada de malo salvo que además se haya ido a vivir regularmente a Bahrein; y se dice así, como si nada, como si fuera lo más lógico del mundo irse de Los Ángeles a Bahrein. La gente no suele irse de Astigarraga a Bahrein, al menos sin permiso de la empresa. Luego la crónica detalla que Jackson iba vestido con una túnica femenina, pero nadie da razón de las razones del atuendo. Por más que todos seamos verdaderos campeones de la tolerancia y no pongamos la más mínima objeción a los tránsitos identitarios, ya sean físicos, ya sean virtuales, del uno al otro sexo (y/o viceversa), el porqué del disfraz del célebre cantante despierta curiosidad. El hecho de que se encontrara en el baño de mujeres entra ya de lleno en lo antirreglamentario y demanda, con vehemencia, atenuante, eximente o pliego de descargo.

Divierte la noticia y pasma aún más la naturalidad del periodista o de la agencia pertinente cuando lanzan la noticia adornada con semejante cúmulo de lances. Porque hay que reconocer que, además, el tono surrealista del relato va in crescendo y acaba entrando, definitivamente, en el ámbito de los fenómenos paranormales: ¿qué pinta una librería en todo esto? ¿Qué tiene que ver la realidad con una librería? Es como si se hubiera incrustado en la noticia.

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