Lápidas y partituras
Si es cierto como dice María Gainza que Jorge Macchi es el autor de "un enorme proyecto poético" habría que añadir que ese proyecto no queda realmente definido, tal como ella lo propone, por "los cruces entre la imagen visual y la acústica". Esa característica no es ajena obviamente a la obra de Macchi pero su papel no se entiende del todo si no se toma en cuenta que esos "cruces" están marcados radicalmente por su decisión, su interés o su deseo de lidiar con la gravedad, con la tara si se quiere, de la fatalidad. Es precisamente ese acontecimiento irreversible el que más ha atraído hasta la fecha a este joven artista argentino a juzgar por la importancia que todavía tienen en su obra las inscripciones funerarias, así como las páginas de periódicos dedicadas a los sucesos o los anuncios necrológicos. De hecho no me parece para nada casual que una parte muy notable de la obra de Macchi sea obra sobre papel periódico justamente y consista en recortes que reducen las páginas exclusivamente a sus marcos o simplemente a las comillas que enmarcan el titular de una noticia o una frase destacada.
JORGE MACCHI
La Casa Encendida
Ronda de Valencia, 2
Galería Distrito Cuatro
Bárbara de Braganza, 2 Madrid
Hasta finales de diciembre
"La dificultad que normalmente experimentamos a la hora de escribir", explicó Estanislao Zuleta, "se debe a que inconscientemente asociamos la escritura con la muerte, porque la escritura mata un momento de nuestra vida congelándolo, fijándolo definitivamente, como si fuera una lápida". Ignoro si Macchi conoce o no esta interpretación, pero lo que me queda claro es que Macchi siempre está en su obra aliviándose de toda tara, de todo lo que como ya dije, resulta fatal. Así lo ha hecho con la instalación en La Casa Encendida, donde las formas aladas de los test de Rorschach le sirven para aligerar hasta el punto de la ingravidez la pesada carga que suponen las noticias de crímenes cometidos por vecinos y entre vecinos en las barriadas del Gran Buenos Aires. Y así ha hecho con la videoinstalación de la galería Distrito Cuatro, en la que se repiten interminablemente los últimos fotogramas de media docena de películas en un intento de contrariar el final sin remedio de la historia, sentenciado por la expresión The end. No -viene a decirnos Macchi-, la película continúa, la película siempre continúa.
Pienso que una actitud semejante explica el cultivo de la música, tanto por la vía de las singulares partituras que fabrica como por la de su estrecha colaboración con el compositor Edgardo Rudnitzky. La partitura es lo opuesto de una lápida y de su doble la lectura lapidaria porque lo que pone es apenas una incitación y una guía para que cada quien que pueda interprete más que otra música, su propia música.
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