Ingeniería para la salud
Cuando hablamos de ingeniería para la salud nos estamos refiriendo a dos conceptos: salud y función. Función es calidad de vida para poder desarrollar nuestras actividades diarias sin problemas, actividades que van desde andar, subir escaleras, sentarse o entrar y salir de un coche, hasta poder ponerse o quitarse los zapatos. Pero, para toda esta actividad completamente natural en una persona sana y joven, es necesaria la colaboración de la ingeniería cuando existen problemas de salud o cuando vamos cumpliendo años. Como es bien sabido, el siglo XXI se caracterizará por un aumento considerable de nuestra vida media, por tanto hay que prepararse y organizarse para recorrer el mayor trayecto en el mínimo tiempo posible.
Somos testigos de los grandes avances logrados en la medicina, que, en gran medida, han ido emparejados a los de la ciencia y la tecnología de otros campos. Si buscamos una explicación sencilla de qué es la ingeniería biomédica, podríamos decir que es la ingeniería al servicio de la medicina, lo que implica la educación y el entrenamiento de los ingenieros en el ámbito de la medicina y viceversa, los mismos condicionantes para los médicos en el ámbito de la ingeniería. Esto, que dicho así no parece complicado, en la práctica lo es y mucho. Para ello es necesario conocer los lenguajes del médico y del ingeniero; yo diría que, más aún, también el del biólogo y el del especialista en ciencia de los materiales. Claramente es un área interdisciplinar en la que necesariamente se tienen que coordinar especialistas muy diferentes que deben de llegar a ser complementarios.
La ingeniería de la salud aborda muchos campos donde están implicados investigadores, tecnólogos, clínicos, gestión hospitalaria e industrias.
Las posibles subdivisiones del conjunto de áreas se podrían simplificar en tres grandes campos: ingeniería instrumental y equipos, ingeniería de prótesis e implantes y química y biología de la salud.
En pleno apogeo de la era informática y adentrándonos en la de la biotecnología nos encontramos en los albores de la nanociencia, pero todavía estamos a niveles muy lejanos de lo que se puede conseguir con el desarrollo de estas nuevas tecnologías.
Los implantes que se utilizan hoy en día, fabricados con metales, cerámicas y polímeros, todavía nos darán servicio durante mucho tiempo, porque las estructuras que se deben de construir para sustituir los implantes tradicionales actuales nos llevarán años de trabajo de investigación y desarrollo. Son muy complejas y difíciles de fabricar con bionanotecnología. Pero todo llegará. Y seguramente antes de lo que ahora estamos imaginando.
Las aún incipientes nuevas tecnologías se ven a menudo ralentizadas por la falta de personal sanitario especializado, cuya formación básica se encuentra alejada de los conocimientos que les exigiría. El estudio que les supondría se ve dificultado por la enorme carga asistencial a la que se ven obligados, como también ¿por qué no decirlo? a un no infrecuente recelo de la clase médica.
En España se empieza a hablar de una nueva titulación en Ingeniería Biomédica, ya realidad en otros países, que permitiría formar especialistas en estos campos.
Otra necesidad sería que un organismo superior y capacitado para ello exigiera y controlara periódicamente el estado y nivel de conocimiento de los técnicos de la salud. Esto es complicado pero hay que ir pensando que es una necesidad real en nuestra sociedad. La tecnología avanza tan rápidamente, que los profesionales que no estén permanentemente reciclándose se quedarán fuera del sistema, o utilizarán sus recursos según las indicaciones de visitadores médicos, muchas veces tampoco formados para el trabajo que desempeñan, lo cual es un problema serio en muchos casos, y en otros supone no optimizar en absoluto los recursos.
La Real Academia de Ingeniería ha organizado una escuela de verano en colaboración con la Universidad Complutense de Madrid donde se ha debatido sobre la ingeniería de la salud. En su página web puede obtenerse más información sobre estos temas.
María Vallet Regí es miembro de la Real Academia de Ingeniería y catedrática de Química Inorgánica.
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