En casa del doctor
Uno acude al club de jazz a escuchar jazz, lo suyo, y resulta que, sin saberlo, se ha colado en casa del doctor. Eso es Ben Sidran, hombre de cultura enciclopédica, doctor en Música Afroamericana por la Universidad de Brighton, pianista de jazz, compositor y cantante, en la tradición de los grandes "contadores de historias" del jazz (Mose Allison, Mark Murphy) y un comunicador nato.
Su receta, que expende noche tras noche (hasta el domingo), incluye dosis del jazz más tórrido y alguna lección de vida para los que sienten la inaplazable necesidad de averiguar en qué consiste el jazz: "Miles Davis comiendo una hamburguesa con queso: eso es el jazz". De un hombre de sus conocimientos y memoria pueden esperarse sentencias que destilan sabiduría y son una declaración de principios: "Nada me preocupa porque nada va a salir bien". Y lo que sigue: un jazz que toma su forma del blues y se expande a través de las diversas tradiciones de las músicas afroamericanas. En su calidad de enciclopedista, todo le sirve y a todo lo da alguna utilidad. Es el doctor Sidran arrancándose con una de sus frases y, automáticamente, la temperatura que se eleva varios grados.
Ben Sidran Quartet
Ben Sidran, piano, voz; Bob Rockwell, saxo tenor, Bill Peterson, contrabajo; Leo Sidran, batería. XXII Festival de Jazz de Madrid. Café Central. Madrid, 13 de noviembre.
Y, entre lo que toca, lo que canta y lo que dice, termina por completar un delicioso recorrido poético casual que puede haber empezado con un Dylan jazzeado -Subterranean homesick blues- y acaso termine con el Monk más recóndito -Monk's mood- en versión vocalizada. De cada tema cuenta su historia y, por si se le olvida, tiene al extraordinario Bob Rockwell para recordárselo: una presencia que valdría por sí sola.
Rockwell es un intérprete de personalidad asentada y el mejor partenaire con el que Sidran podría soñar. El resto del acompañamiento es sólido y digno, como corresponde. Bill Peterson, antiguo bajista de Dylan, no está para florituras pero es músico seguro como él solo; y en cuanto a Leo Sidran, de casta le viene al galgo. Un consejo: no se lo pierdan.
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