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Reportaje:AUTOMOVILISMO | Concluye en Australia el Mundial de rallies

Del despido al podio

Duval logra su primer triunfo el año en que fue relevado por imprudente

Robert Álvarez

En una árida cuneta, en Chipre, el pasado 13 de mayo, los nervios de Stéphane Prévot saltaron definitivamente hechos pedazos. Exasperado, contempló cómo ardía su Citroën Xsara y constató para sus adentros lo cerca que había estado de un desenlace fatal. No era la primera vez. Lo mismo había ocurrido en Montecarlo y Cerdeña. Ya no lo soportaba. No estaba dispuesto a ser por más tiempo el copiloto de François Duval. Este belga, que el viernes cumplirá 25 años, había tomado el volante de Citroën por su reputación de piloto veloz, aunque un tanto fogoso, ganada en las categorías inferiores y desde que debutó en el Mundial de rallies, con Ford, en 2003.

Con vistas a 2005, la firma francesa le concedió el privilegio de ocupar el puesto que dejó vacante Carlos Sainz. Sin embargo, tras sólo seis pruebas, el director deportivo, Guy Fréquelin, desesperado por los errores de Duval, volvió a recurrir al bicampeón mundial, que, ya retirado, barruntaba el proyecto que pronto hará realidad de competir en otro tipo de rallies, el Dakar. Sainz accedió a las súplicas de Citroën y disputó las pruebas de Turquía y Grecia.

Duval, despedido, hizo examen de conciencia. "He hecho muchas tonterías. Debo comprender que no corro por mí, que no hace falta rivalizar con Loëb, mi compañero, y sí competir para el equipo. En Chipre me salí de manera estupida", admitió. El despido no se prolongó gracias a que Sainz no quiso alargar más su provisonal regreso y a que los responsables de Citroën no encontraron otro piloto que les ofreciera garantías.

Readmitido, la historia no pudo concluir mejor para Duval de lo que lo hizo ayer en Perth. El belga logró, en la última prueba de la temporada, la de Australia, su primer triunfo después de 64 carreras en el Mundial. Su copiloto ya no es Prévot, sino Sven Smeets. Supersticioso, Smeets explicó que uno de los ingenieros del finlandés Marcus Gronholm le había contado un rito infalible. Cada vez que llegaba a una zona próxima al hotel de Adelaida, cuartel general, tocaba las partes íntimas de la estatua de bronce de un canguro. Tres veces lo hizo y tres veces ganó Gronholm. Smeets no dudó en ejecutar el ritual. La ayuda marsupial valió su peso en oro. El campeón mundial y compañero de Duval, el francés Sebastien Loëb, tuvo que abandonar tras empotrar su coche contra un árbol, el propio Gronholm se retiró por problemas en la suspensión de su Peugeot y el noruego Peter Solberg (Subaru) corrió la misma suerte cuando iba líder y por un motivo clásico: chocó con un canguro.

"¿Si esta victoria me ayudará a asegurar mi futuro? Ya se verá. El principio de temporada fue muy difícil para mí. Después, con Sven, todo ha ido de maravilla. Espero poder continuar en 2006. Soy joven. He aprendido muchas cosas", concluyó un exultante Duval.

El español Dani Solá (Ford) también firmó su mejor resultado de la campaña al concluir el séptimo, en la zona de los puntos.

François Duval, feliz.
François Duval, feliz.REUTERS

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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