Canal + estrena el retrato vital de Dylan, según Martin Scorsese
Para el sufrido devoto de Dylan, se ha acabado la sequía. Primero, llegó el doble disco, que servía de banda sonora al ansiado documental y que era más bien una apreciable colección de curiosidades y tomas inéditas. Después apareció Bob Dylan: El álbum, 1955-1966, un primoroso libro oficial que cubre el mismo vertiginoso periodo que la película de Martín Scorsese No direction home: Bob Dylan, un ambicioso trabajo de 209 minutos que estrena esta noche Canal + (22.00).
Parece ser que Scorsese (Toro salvaje, El último vals, Uno de los nuestros) se incorporó al proyecto cuando ya estaban rodadas las entrevistas y acumulado el material documental. Pero el cineasta no iba a renunciar a plasmar una de las trayectorias más revolucionarias de los años sesenta. Su grandeza reside en haber concebido un montaje deslumbrante que cuenta con ejemplar nitidez la odisea del chico judío de clase media que se reinventó como un moderno Woody Guthrie. Un visionario que en Nueva York se transformó en antorcha de la contracultura y que cambió el rumbo del rock antes de desaparecer con brusquedad de la escena tras un misterioso accidente.
La historia se narra con las voces de Dylan y sus compañeros de viaje (Joan Báez, Allen Ginsberg, Tony Glover, Suze Rotolo, Pete Seeger o Dave Van Ronkno) y no se recurre a las alabanzas retrospectivas de famosos del presente. Aún tratándose de la versión autorizada de la vida de un personaje notoriamente opaco, la película no evade sus aristas, desde su carácter de esponja musical a su (¿inevitable?) egoísmo. Sólo hay un punto ciego: se evita hablar de la relación entre su música y las drogas, que tal vez explique sus saltos estéticos. Junto al pasmo de escuchar a Dylan explicarse, el documental deslumbra con la riqueza del material inédito, incluyendo imágenes de la famosa confrontación en el Manchester Free Trade Hall, donde un espectador le grita "¡Judas!" y Dylan le responde con sarcasmo y con una catarata de rock monumental.
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