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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La Iglesia católica

La derecha, en nuestro país, continúa sin asumir la derrota electoral y, mientras esto sea así, es evidente que el PP no está preparado para ejercer como primer partido de la oposición. Constitucionalmente, ser el partido sobre el que recae la responsabilidad de la alternancia en la gobernación del país es de una importancia vital para nuestra democracia.

Pedir corresponsabilidad a la oposición cuando se gobierna es lícito y razonable, pero cuando nos toca estar en la oposición no se puede crear inestabilidad institucional desde el primer día, es decir, crispemos todos cada día para poder decir mañana "váyase, señor González". Y es en esto de la crispación donde la Iglesia está jugando un papel injusto, ilícito y grosero.

Que a cierta prensa se le note su conservadurismo es una cosa, y que una cadena de radio propiedad de la Iglesia católica utilice a un grupo de mercenarios con el objetivo de provocar odio y confrontación es algo que los ciudadanos no podemos consentir. La Iglesia católica es la menos indicada para soliviantar utilizando a profesionales que faltan sistemáticamente a la verdad y que insultan y faltan al respeto a personas, partidos e instituciones. No pueden los obispos decir que están negociando y dialogando con el Gobierno mientras su emisora no deja de lanzar soflamas alentando la desobediencia civil y propiciando actitudes para la confrontación social.

La Iglesia no es una institución política, lo cual la deja fuera de juego a la hora de emitir opiniones que nada conciernen a su ámbito. La Iglesia católica, como institución religiosa, habría de enfocar sus opiniones en cuestiones espirituales o de carácter social, que justificaran los 2.000 millones de pesetas que cada mes cuesta al Estado. En lugar de optar por una postura conciliadora y comprometida con las desigualdades sociales, se empeña en hacer un mal uso de la democracia, tergiversando el concepto de libertad de expresión para acabar convirtiéndolo en libertad de difamación.

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