Un Estado competitivo

Por mi profesión estoy suscrito a algunas revistas especializadas. Hace tres años mantuve un cambio de pareceres epistolar con el editor de una de ellas por el aumento espectacular en el precio de suscripción, y él argumentó que el importe de distribución de correos había aumentado un 100% de golpe. Pude comprobar que era cierto.

Este verano supe por EL PAÍS que el Tribunal de la Competencia había impuesto una multa de 900.000 euros a Correos por abuso y posición dominante con respecto al precio de la distribución de revistas especializadas. Llamé entonces a mi amigo editor para felicitarle y sugerirle que estaría bien que ahora el precio de las revistas reflejara una rebaja. Para mi sorpresa, me comunica que Correos no rebajará sus tarifas, ni a los editores se les devolverá lo que se cobró de más. O lo que es lo mismo: el Estado (Tribunal de la Competencia) impone una multa al Estado (Correos) que pagaremos los contribuyentes, quién si no.

Tantos esfuerzos por conseguir la competitividad de nuestras empresas y, sin embargo, qué fácil es y no nos habíamos dado cuenta. Para que luego digan que la empresa pública no es competitiva.