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San Telmo confronta la fotografía con otras formas artísticas para incitar a la reflexión

Maribel Marín Yarza

Los dos han hecho arte del desnudo; Antonio Ortiz Echagüe, en el primer cuarto del siglo XX con su pintura postimpresionista de colores intensos, y Paul Kooiker, en la actualidad, a través de sugerentes fotografías en blanco y negro. El Museo San Telmo de San Sebastián y la Fundación Ordóñez Falcón han escogido ahora dos de sus obras, Desnudo de espaldas (1920-21) y Showground (2003) y las han puesto a dialogar en el ábside de la iglesia del museo donostiarra para que cada visitante busque paralelismos entre ellas o, en su caso, concluya que en lo único que coinciden es en su plasmación del desnudo. Esta singular exposición, que se completa con la conferencia que ofrecerá mañana el crítico de arte Fernando Castro Flórez, es la primera de un ciclo de siete que se desarrollará hasta mayo.

Diálogos con San Telmo "es una forma distinta de presentar el arte", dijo ayer Enrique Ordóñez, responsable de la Fundación. "No nos limitamos a hacer exposiciones, sino que queremos invitar a la reflexión". Frente a la mera contemplación, Diálogos con San Telmo busca el análisis artístico sosegado. ¿Cómo? Confrontando fotografías de la Fundación con pinturas, esculturas y otras expresiones artísticas del museo con vínculos más o menos sutiles entre sí. Y ofreciendo la posibilidad de conocer lo que estos diálogos sugieren a expertos como el filósofo y ex vicepresidente del Patronato del Reina Sofía Franciso Jarauta o el director del Artium, Javier González de DuranaLa primera propuesta, la que protagonizan Ortiz Echagüe y Paul Kooiker, se titula Hacia el diálogo desnudo, se exhibe hasta el 27 de noviembre en San Telmo y demuestra que dos artistas pueden tener una concepción similar de la venus desnuda, aunque no compartan paleta y les separe un siglo. Porque ambos presentan a la modelo de espaldas, casi en idéntica postura. "En un gesto que mezcla la seducción y el ocultamiento, el pudor y el exhibicionismo descarado", explica Castro. Lo que les diferencia es que el pintor opta por el color y por mostrar el rostro de la mujer retratada. El fotógrafo, en cambio, se queda con la sobriedad del blanco y negro.

No todas las semejanzas serán tan evidentes como en este caso. En algunas de las siete exposiciones los vínculos son más sutiles y situados en el campo de lo emotivo, según explicó Ordóñez.

En diciembre se presentará la segunda propuesta de este ciclo que se prolongará hasta mayo: la exposición de la escultura Un niño y un pato, de Justo Gandarias Plazón junto a una imagen de la fotógrafa alemana Cándida Hofer. Sobre ellas hablará el ex director del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), Juan Manuel Bonet (12 de diciembre) antes de ceder el testigo a Jarauta (12 de enero) en el análisis de Torerillos en Turégano, de Ignacio Zuloaga y Forte de casa, de la artista Rineke Dijkstra. Dos semanas después, el 2 de febrero González de Durana se detendrá a establecer vínculos entre Joven deshojando una margarita, de Raimundo Madrazo y una creación de Irvin Penn.

Estos diálogos, que sitúan la fotografía al mismo nivel que otras disciplinas, buscan poner en valor la diversidad de los fondos de San Telmo. Porque además de la escultura y la pintura, también se presentarán al público joyas o muestras de arte religioso popular. Gloria Picazo, nombrada en 2003 directora del Centre d'Art la Panera de Lleida, analizará por ejemplo el 9 de marzo la relación entre una argizaiola y una fotografía del artista norteamericano Andrés Serrano. Y el crítico de arte, Pablo Llorca, se detendrá (11 de mayo) a buscar paralelismos entre la joyería de la Colección Gordon y una obra de la bilbaína Naia del Castillo.

Una visitante camina ante <i>Desnudos de espaldas,</i> de Ortiz Echagüe y <i>Showground,</i> de Paul Kooiker, ayer en San Sebastián.
Una visitante camina ante Desnudos de espaldas, de Ortiz Echagüe y Showground, de Paul Kooiker, ayer en San Sebastián.JAVIER HERNÁNDEZ

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