Cuatro y Pitágoras
Ayer hubo un estreno excepcional. No debutaba un programa, sino una cadena en abierto, Cuatro. En la construcción mística de los números que levantaron Pitágoras y su gente, el cuatro (véase Wikipedia) es "el tránsito de la superficie a la solidez que representa la pluralidad". Una pertinente advocación para empezar. Cuatro promete ser, en este sentido, muy pitagórica. Ayer, en las presentaciones, tuvieron la gentileza de ahorrarnos aquello de que venían a cubrir un hueco. No se trata de tapar agujeros sino de abrir espacios, de no ser redundante. Fue una presentación sin pompa, con algunos nervios, pero con compromisos claros, como el de ser creíbles y, también, divertidos. El logo de Cuatro es un círculo rojo-anaranjado. El interfaz es amigable, aunque el espectador no está obligado a captar la barroca teoría que exponen sus autores en la web de la emisora.
Iñaki Gabilondo presentó su primer telenoticias desde un espacio cómodo en el que, sin el gastado abigarramiento de vídeos de atrezzo, tiene la legítima presidencia. Lo enfocan de cerca, lo que le aproxima al telespectador. Es una señal clara de que dominará el discurso frente al noqueo visual. Trató el accidente de Granada y dedicó un tiempo tan insólito como necesario a "intentar descifrar" la revuelta urbana de París. Gabilondo se fue este fin de semana a París para mirar la Francia de la miseria. En el informativo no sólo hubo relato de noticias. Se rescataron problemas archivados como el de los prisioneros de Bush, hubo entrevistas nada cortesanas a políticos y un esfuerzo en la mirada, sin dogmas (Gabilondo se hizo, nos hizo, preguntas). Luego, los guiñoles. Osados y saludables, aunque Fernando Alonso se queje de que lo sacan "borde".
Todo esto pasó por la noche. La imagen matutina del día fue para la infanta Leonor. Todas las televisiones estaban allí. La cámara de Tele 5 fue castigada por el cogote de un fotógrafo que le mermó visibilidad. El bebé dormitaba feliz ajeno a los infinitos comentarios sobre sus parecidos y al cerco mediático que le aguarda para toda la vida.
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