_
_
_
_
_

José Ibarrola pinta metáforas con el mar y los retratos de sus cuadros

La exposición 'Me llamarán naúfrago' reúne su obra reciente

"No soy paisajista, ni retratista", afirma el pintor José Ibarrola ante la colección de cuadros de su exposición Me llamarán náufrago, que muestran sus enigmáticas figuras humanas e imágenes del mar. "Yo utilizo el paisaje o el retrato para elaborar metáforas". La exposición, una veintena de pinturas de diversos formatos, se inaugura hoy en la galería Aritza, de Bilbao (Marqués del Puerto, 14).

Ibarrola, de 50 años, quiere que el nombre de la exposición Me llamarán náufrago sea un elemento diferencial, como los títulos de cada uno de los cuadros que elige que con tanto mimo. "Quiero que la gente tenga enganches con lo que yo le propongo en mis cuadros, una pintura figurativa que reivindica su carácter narrativo, su discurso", explica.

La exposición permanecerá abierta al público hasta el 10 de diciembre, con una veintena de pinturas en las que el mar y las misteriosas figuras que pinta Ibarrola vuelven a ser protagonistas. Son imágenes inquietantes, con escenas llenas de preguntas, en los que los rostros de los personajes aparecen en primer plano, con más detalle que en obras anteriores.

En toda la colección reunida en Me llamarán náufrago, obras pintadas en los tres últimos años, Ibarrola ha vuelto a pintar el mar, retomando las imágenes que guarda en su memoria, "apelando", dice, "a los recuerdos infantiles". Es el mar en el que jugaba de niño a ser un pequeño Robinson, a organizar la vida en los charcos que dejaba la bajamar como si fueran un inmenso archipiélago. "Me he criado en esas playas que aparecen ahora en mi pintura", recuerda. "Mi memoria tiene un paisaje que es el mar, donde encontraba el espacio para la fuga, mi soledad, y el encuentro conmigo mismo. El agua del mar es la gran metáfora de la libertad".

En las pinturas vuelven a aparecer elementos reconocibles de la pintura de Ibarrola, como los barquitos de papel o las caracolas. "Uno acumula experiencia y una iconografía", reconoce. "Acaban siendo como tics, como la gestualidad que con los años vas creando. Son tus gestos, tu personalidad". Ibarrola se siente un artista ajeno a las modas, "un pintor de la sinceridad", que no puede evitar que después de muchos años de trayectoria esos elementos aparezcan en su pintura.

En algunas obras, Ibarrola ha incluido pequeños objetos como muñequitos o caracolas, que están encapsulados en el marco. Son "relicarios", indica el artista, "algo muy mío, cosas que he encontrado en mi vida, que dejo en el cuadro". Con ellos quiere ofrecer al espectador un vínculo, "una aproximación a mi punto de vista". La idea surgió en una visita a las reliquias de la catedral de Burgos. "Soy un agnóstico al que atrae lo religioso por su estética, no por la religiosidad".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_