Polémicos y combativos
En un festival, los nombres pequeños también cuentan. ¿Quién conocía a Dennis Rollins? Absolutamente nadie. La organización lo había vendido como una apuesta personal que iba a sorprender. Lo consiguió, a medias. Salió el hombre a escena él solito, trombón en ristre, y a uno se le vino a la mente cuántos navegantes solitarios del instrumento han surcado los escenarios del jazz antes que él, y son unos cuantos.
Sólo que es mentira: Rollins no está solo. Tiene a uno que manipula las imágenes que se proyectan en una pantalla de vídeo situada a su espalda y a una camarógrafa que toma su imagen; y, lo más importante, cuenta con una orquesta electrónica enlatada a su disposición. Con todo ello, ha creado un entretenido espectáculo audiovisual en torno a la diáspora africana que se contempla con agrado y sin entender muy bien qué pinta el músico en medio de todo ello, puesto que lo mismo hubiera funcionado sin él.
Dennis Rollins, Charlie Haden?s Liberation Music Orchestra
Dennis Rollins, trombón; Nick Hillel, videojay; Kelly Sandall, camarógrafa; Liberation Music Orchestra con Charlie Haden, contrabajo; Carla Bley, piano. 4 de Noviembre, Centro Cultural de la Villa. Madrid.
Y lo que suele ocurrir: salió la Liberation Orchestra y ya nadie se acordaba del telonero, y no precisamente porque la audiencia quedara arrobada por la música de la legendaria formación. Más bien fue un fifty fifty: el que presenció el mejor concierto de su vida y el que salió echando pestes. El punto de inflexión lo constituyó el solo invertido de Matt Wilson. Una extraña intervención de más a menos que concluyó con el susodicho recitando la letra de America the beautiful sobre el sonido apenas perceptible de las escobillas rozando los parches.
El desconcierto generado por semejante atentado a la normalidad jazzística fue lo nunca visto: un solo de batería y ni un mísero aplauso (!). Pero así es la Liberation, una orquesta fuera de las normas en el año de su nacimiento (1969) y ahora también; tocan lo que nadie toca, incluyendo el Adagio de Samuel Barber, y se pasan las leyes de lo jazzísticamente correcto por el forro. Magníficos, desquiciados, polémicos y combativos, eso siempre. Prietas las filas, firme el ademán, recuerdan a los camaradas de antaño -We shall overcome- y hacen nuevos amigos en el campo de batalla: Not in our name. La lucha continúa.
Babelia
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