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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Otra vida y otro mundo

En el trasfondo tácito de este refinado libro, que describe con una lógica impecable lo que, en estos casos, casi siempre, no es ni puede ser, por la naturaleza propia del objeto, más que paradójico, está Raimundo Lulio (y, con él, el misticismo persa de Algazel), el maestro Eckhart (y, con él, toda la mística alemana), con ampliaciones (teñidas de Heidegger) a la filosofía iraní, como la expone Corbin, y a la budista de la Escuela de Kioto, donde ha convivido el autor. Referentes estudiados ya por Amador Vega en otras publicaciones: por citar dos estratégicas, Zen, mística y abstracción (Madrid, 2002) sobre lo último, y Ramon Llull y el secreto de la vida (Madrid, 2002, Nueva York, 2003) sobre lo primero. Es la escuela de vida de la que nace esta obra original, personalísima, de alguien experto ya en bucear en esa especie de trascendencia inmanente que descubrimos en el fondo de uno mismo cuando, en una especie también de experiencia extática, trabajosa pero nada arrobada, se nos revela, oscuramente desde luego, que somos -que las cosas son- algo más de lo que creemos en el negocio diario.

TRATADO DE LOS CUATRO MODOS DEL ESPÍRITU

Amador Vega

Alpha Decay. Barcelona, 2005

185 páginas. 18,27 euros

La aventura de lo profundo tiene un precio: experimentar el vacío y el silencio, tan místicos como epistemológicos, o tan oscuros como lógicos, que fundamenta a este yo y este mundo coloristas, con y por el que paseamos a diario nuestra vanitas, camino a nada. Tiene también su recompensa: de ella se emerge, renacido a una actitud nueva -de mayor sensatez y elegancia humanas- para vivir en un mundo clarificado desde las oscuras posibilidades que plantea más allá de su comprensión sensible y racional. Que las hay: ilusiones, quizá, pero ilusión es todo. ¿Cuáles? Las de una vida superada en esa trascendencia inmanente de que hablamos: en un más allá latente en uno mismo, elíptico, substraído a toda esperanza concreta, sensible, imaginable -a toda esperanza posible, sin más-, desde categorías representativas. ¿Cómo? Vivo sin vivir en mí, decía Teresa de Jesús. ¿Qué? Un modo de vida sin modo alguno, diría Eckhart; el de un ser humano sin propiedades, dijo Musil, el de un ser-separado, dice Vega.

Así, este libro consiste en una interpretación de la experiencia fáctica de la vida, que supera la facticidad (para volver a ella) a la luz de una descripción de la vida del espíritu, mediante dos modos de comprensión de la experiencia (desde el "cuerpo sensible" y el "cuerpo inteligible") y dos modos de experiencia de la comprensión (el "espíritu inteligible" y el "espíritu sensible").

El cuerpo sensible posibilita la sensación y, con ella, el mundo, un mundo. El cuerpo inteligible, a través de la imaginación, que trabaja con lo posible no real, sin un pasado en lo sensible ni un futuro en lo inteligible, pero entre ambos, crea así la extraña y paradójica realidad de la vida. Pero la imaginación no puede imaginarse a sí misma, experimentar su comprensión de la experiencia para significar algo, así que se queda ahí, sin suelo, sin sentido. El espíritu (inteligible) puede conocerse a sí mismo, aunque en un proceso en que descubre que todo lo que se llama real sólo es en cuanto aparece en ese proceso como momento suyo, como significado por él, y que él no es más que ese proceso de significar, ya sin significado alguno.

Lo inteligible se disuelve en lo inteligible, esto es, en el vacío y el silencio (la facticidad superada) como modos de significación últimos, más allá de los cuales tampoco puede ser significado nada. El espíritu sensible, liberado ya de todo en el vacío y el silencio, como ser-separado, regresa al mundo y a la vida, sin modos, sin ruidos, al "encuentro con la materia liberada de sus primitivos significados mundanos". Para cumplir el viejo ciclo: modo de ser, modo de entender, modo de significar y modo sin modo. "Entonces, la tierra, que contiene los órdenes de la creación, escupe de su vientre, liberándolos, los elementos que la han compuesto". Ésta es la experiencia y comprensión, la comprensión y la experiencia, del abismo místico, sin iglesias, no del religioso, con dioses.

Amador Vega (izquierda) y el monje Lluís Duch.
Amador Vega (izquierda) y el monje Lluís Duch.VICENS GIMÉNEZ

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