Un colegio único

El colegio de mi hija es único en Madrid. Dicho así, parece un orgullo, pero nada más lejos de la realidad, es un colegio escoba, que da cabida a todos los niños de Loranca-Fuenlabrada que no caben en el resto de centros escolares de la zona. El curso pasado, mi hija de 3 años comenzó su escolarización en unos prefabricados, junto a 300 niños más, distribuidos en 11 aulas de 1º de infantil, hasta que en abril estrenó su flamante colegio, Dulce Chacón.

Ya entonces, al menos 50 niños de esa edad recibieron sus clases en aulas de primaria porque el aulario de infantil se llenó, y es que la Comunidad de Madrid edificó un colegio que no respondía a las necesidades demandadas. El curso actual ha colgado ya el cartel de "aforo completo" por saturación, cuenta con siete aulas de tres años; 11, de cuatro años; cinco, de cinco años, así más de 400 niños, con edades de cuatro y cinco años, ocupan aulas de primaria no adaptadas para el uso en el periodo de infantil. Mi indignación como madre se resume en varios conceptos, injusticia, desigualdad, mentiras, irresponsabilidad... Mi preocupación abarca muchos ámbitos, el día a día de mi hija, ahora con cuatro años, que todas las mañanas sube a un autobús para llegar a su colegio, que si buenamente funciona es gracias a la profesionalidad de quienes trabajan allí, y el empeño de los padres que ayudan en lo que pueden.

Me preocupa que el próximo año mi hija vuelva a un prefabricado y a mediados de curso estrene otro colegio como éste sin medios. Me preocupan cosas tan nimias como que no tenga clases de informática, columpios...